Inspirado por el excelente artículo de el Diario.es: https://www.eldiario.es/zonacritica/enfermedad-invisible-enfermo_6_968763115.html
Cuando estamos enfermos, en general, el cuerpo nos avisa: Nos duele la cabeza, o la barriga. Sentimos que algo no va bien, nos sentimos débiles. Nos miramos al espejo y notamos la palidez. El cuerpo nos avisa para que podamos pedir ayuda, medicina, descanso…
Pero a veces no pasa.
Existen enfermos y enfermas que no lo notan.
Porque su cerebro bloquea las señales de alerta: no importa el pelo que se cae a puñados, la ausencia de menstruación, que en la balanza aparezcan números tan bajos. O tan ‘perfectos’ de acuerdo a unas reglas que alguien inventó y que muchísim@s creímos.
Se ignoran aquellos pantalones de toda la vida que ya no nos quedan bien. Un día se nos caen. Un día después aprietan. Parecen ajenos. Lo único que se siente, lo único que el cerebro nos deja sentir, es arrepentimiento y culpa por cada cosa que nos llevamos a la boca.
Cada mañana, culpa. Cada mañana, la promesa de volver a comenzar. Cada mañana, la convicción de que no hay que comer. O que hay que comer la mitad. O que no se pueden comer carbohidratos. O comidas de color morado. Cada mañana, el inicio de un nuevo ciclo de daño autoinfligido. Ésta es la rutina de anoréxic@s, bulímic@s, vigoréxic@s… Ésta es la rutina que crea una sociedad enferma, que sólo se fija en el aspecto exterior, que culpabiliza cualquier imperfección. Antes era sobre todo en cuerpos femeninos, ahora poco a poco también encuentra culpa y vergüenza en cuerpos masculinos que no cumplen con los estándares, que no tienen la «tableta» de abdominales, que no tienen los músculos que «molan» (aunque la mayoría de los que salen en las revistas sean tan falsos como los culos perfectos y las piernas interminables de las modelos retocadas)
Anoréxicas. Las que no comen nada porque están convencidas que sólo muy delgadas, como modelos de pasarela, serán bellas y amadas. Las que son incapaces de verse los huesos que todos los demás vemos. Las que se encuentran michelines imposibles.
Bulímicas. Las que comen pero luego, con culpa, se encierran en un baño y lo vomitan todo. Y después toman un purgante. Las que acaban con el esófago reventado por el ácido del vómito, sin dientes o con los dientes arrasados por lo mismo.
Las que tienen trastorno por atracón, que sienten deseos de comer sin control, lo hacen y aunque luego no pueden con la culpa de haberlo hecho, tampoco se provocan vómitos como en el caso de bulimia. Les pesa la conciencia, el cuerpo les duele por el abuso.
Los vigoréxicos. Aquellos que se niegan a llevarse a la boca algo que no esté en su lista de los alimentos que consideran saludables. Todo debe ser pesado, medido. Todo debe ser perfecto porque van en busca de un cuerpo perfecto. ¿Perfecto según quién? ¿Quién dice que éste o el otro es el «peso ideal»? ¿Por qué las tallas que se publicitan son, en general, dos tallas menos de la que usa la media de la población? ¿Por qué en según qué tiendas una talla XXL es una 48 mientras en otras es una 52? ¿Quién decide?
Porque l@s médic@s nunca hablamos de peso ideal, sino de peso saludable. Y el peso saludable está, en adultos, entre el 19 y el 25 de IMC (En este Enlace de la Doctora Paloma Gil, especialista en nutrición, explica fenomenal cómo calcular el IMC y cómo calcular tu peso máximo y mínimo saludables: https://palomagil.com/calcular-peso-ideal/
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son una enfermedad mental. Cuando alguien sufre un TCA, su relación con la comida no es sana.
El control de peso se convierte en obsesión. Aparece en cualquier edad y en cualquier condición social. Antes era una enfermedad predominantemente femenina, pero se va «masculinizando» cada vez más. Y por desgracia también va disminuyendo la edad en la que se producen los primeros síntomas. Por eso es fundamental que hablemos con nuestr@s hij@s sobre esto.
En España, según la Fundación Fita y la Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria, unas 400.000 personas padecen algún TCA. De ellos, alrededor de 300.000 tienen entre 12 y 24 años.
Los TCA son invisibles para quienes los padecen.
No encuentran nada extraño en no comer nada durante días o en vomitar todo después de comer como si no hubiera límite.
De un TCA sólo se sale con ayuda médica, porque la alteración en la alimentación provoca alteraciones en los neurotransmisores (los mensajes que se envían entre neuronas).
Las personas anoréxicas y bulímicas tienen tendencia a la depresión por falta de nutrientes. Las personas vigoréxicas pueden tener también alteraciones similares al trastorno obsesivo-compulsivo . Ir al psicólogo, al psiquiatra, seguir un largo tratamiento médico, aceptar que la ‘realidad’ de la que estamos convencid@s NO es la verdad, que el «espejismo» de estar más guap@ está afectando a nuestra salud física y mental, es el primer paso.
De un TCA se sale con ayuda de una familia amorosa, de gente que no critique o se burle de tu conducta, sino que te sugiera visitar un médico para averiguar cómo estás. Cuando no sabes que estás enfermo tampoco puedes saber cuáles serán las consecuencias para tu salud.
Este 30 de noviembre es el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria. Su símbolo es un lazo azul.
Es un día para hablar sobre los trastornos alimentarios, sobre cuerpos enfermos que no saben que lo están.
Este es un día para recordar que el primer paso es entender que necesitamos ayuda.
Y uso la tercera persona del plural porque yo padezco un trastorno por atracón que he ido dominando a lo largo de los años, pero que sufrí muchísimo durante mi adolescencia y primera juventud, sobre todo porque no entendía por qué mi cuerpo me pedía eso, ni tampoco sabía cómo pararlo.
Muchos años de terapia me han ayudado a comprenderlo, aceptarlo, y la mayor parte de las veces evitarlo, con diversas técnicas. La meditación ha sido clave, y el aceptar los abusos sexuales que viví de niña, también. A veces un trastorno por atracón o una bulimia comienza así, cuando se viven abusos sexuales es frecuente que desees ocultar tu cuerpo, o la parte de tu cuerpo en la que sufriste los abusos… Y una manera de ocultarlo es ganar kilos.
Hablad con vuestr@s hij@s sobre su cuerpo. Explicadles una y otra vez que su cuerpo es bello, hermoso tal y como es, lleno de salud y de vitalidad. Ayudadles a mantenerse en un peso saludable. Ofreced comidas sanas y equilibradas… Y NO OS PREOCUPEIS SI NO SE TOMAN EL PLATO ENTERO. Es mejor comer menos y mejor, encontrar una buena relación con la comida, que «comérselo todo».
Espero haberos ayudado a pensar un poco en este tipo de trastornos, de los que últimamente parece que se habla menos, pero que siguen a la orden del día en esta sociedad enferma de apariencia y superficialidad.