Hace tiempo que me dí cuenta de que un padre (o pareja) centrado, cariñoso, amante, era el mejor seguro para mantener la lactancia y desde luego para llevar a cabo un proceso de crianza de apego y respetuosa. Ahora parece que las investigaciones científicas también afirman que existe esa sincronía entre padre y madre cuando miran a su bebé, cuando buscan interpretarlo, en fin, cuando le aman. De nuevo es Ibone Olza la que me mantiene al día de estas investigaciones, que confirman lo que nos decía el sentido común: Que los padres también aman a sus hijos, y que su cerebro también cambia cuando los tienen delante.
Con mi admiración por esos padres de la consulta que buscan cada día mejorar para sus hijos y sus parejas.
Los padres que amanby Ibone Olza |
Me ha parecido fascinante este estudio cuyo título dice algo así: Sincronía y especificidad en el cerebro maternal y paternal: relación con la oxitocina y la vasopresina.
Lo ha dirigido Ruth Feldman, una investigadora brillante de la que ya hablé en la entrada Desmontando a Estivill. Feldman y su equipo llevan años descifrando el correlato neurobiológico del vínculo entre madres, padres y bebés. En concreto Feldman es la que más ha estudiado la sincronía, esa fascinante coordinación en la crianza que entre otras cosas explica como madres y bebés de tres meses pueden sincronizar su latido cardíaco con solo mirarse a los ojos en menos de un segundo.
En realidad lo que están empezando a evidenciar este y otros estudios es que los padres que mantienen un contacto estrecho con sus bebés son capaces de cuidar muy amorosamente en perfecta coordinación con las madres. Sus cerebros cambian de forma muy parecida al cerebro maternal: los padres también aman.