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Etnopediatría

Me apetecía hacer una entrada en el blog sobre esta disciplina, que tanto me ha enseñado y a la que tanto debo como madre, para que si os apetece, aprendáis también un poco más sobre ella.



¿Y qué es la Etnopediatría? Es la ciencia que estudia los modelos de atención a la infancia en las distintas culturas y como esta crianza influye en la salud y desarrollo de los niños, de los adultos y de la sociedad en su conjunto.



La particularidad de esta ciencia es su carácter interdisciplinar, al unificar enfoques de antropología cultural, biología evolutiva, psicología o medicina, aportando una visión holística de la crianza infantil y de sus repercusiones en distintos ámbitos



En España su principal exponente es María José Garrido, si no la conocéis, os cuelgo una extensa entrevista en Bebés y Más (Enlace: https://www.bebesymas.com/desarrollo/hay-una-estrecha-relacion-entre-crianza-y-violencia-entrevista-a-la-antropologa-maria-jose-garrido-i)


En este artículo me voy a basar en diversas entrevistas realizadas a Maria José en distintos medios, porque me encanta cómo explica todo lo que nos ha revelado la Etnopediatría y por qué es importante empezar, desde hoy mismo, a cambiar nuestra manera de criar.



Desde el nacimiento los adultos moldeamos a las criaturas de forma más o menos consciente, a través del modelo de parto, la atención ante el llanto infantil, la alimentación, cómo deben dormir o cuánto contacto físico es recomendable.



Aunque a veces pensamos que «las cosas siempre se han hecho así», o «las cosas se hacen así», lo cierto es que el modelo de crianza varía según la cultura, y ese es uno de los descubrimientos de la Etnopediatría, aunque no el más revolucionario.



Parece claro que en todo el mundo, todas las criaturas humanas nacen con las mismas necesidades biológicas. Una criatura recién nacida tiene las mismas necesidades en España, en Paquistán, en EEUU y en Rusia. Y la sociedad en la que viven, determina cómo se cubren (o no) esas necesidades, con diferentes modelos de crianza.



Tendemos a pensar que el modelo occidental de la sociedad industrial es el «único», o al menos, el único modelo válido.



El problema es que nuestras criaturas no lo viven así.



Los etnopediatras defienden una perspectiva biocultural de la maternidad y la infancia, que no olvide la base biológica de los procesos del ciclo vital. Consideran necesario respetar el proceso biológico y las necesidades infantiles, idénticas en todas partes, adaptando las prácticas culturales a esta realidad fisiológica y emocional.



Las necesidades de una criatura humana son básicamente las mismas ahora que hace 10.000 años, cuando nacemos necesitamos contacto, apego, alimentación casi constante, y movimiento. Porque nacemos inmaduros, nacemos antes de que nuestro cerebro se haya desarrollado del todo (bueno, de hecho no se ha desarrollado ni una tercera parte de su potencial), y, como los marsupiales, necesitamos un período de «exterogestación». Los canguros pasan en la bolsa de sus madres sus primeros meses de vida. Las criaturas humanas deberían poder pasar «pegadas» a sus figuras de apego al menos los 9 primeros meses, hasta que empieza la deambulación.


Procesos del ciclo vital, como el embarazo, el nacimiento o el sueño infantil son considerados en nuestra sociedad como patológicos y, por tanto, medicalizables.

 Sin embargo, son fases naturales, y si respetáramos su fisiología, la medicalización sería innecesaria, o muy puntual, en procesos de verdadera enfermedad. 

El embarazo cuanto menos intervenido mejor discurre, al igual que el parto. Cuanto menos se separe a la madre de la criatura, mejor, de hecho, como promueve Nils Bergmann, el principal defensor del «método madre canguro», deberíamos tender a la «Separación=0».

 El sueño es un proceso fundamental para la vida, todas las criaturas nacen «sabiendo dormir», en el útero es su principal «trabajo»… Lo que no «saben» es dormir solos.

 De hecho, no existe ninguna sociedad con mayor índice de problemas de sueño en la infancia que la nuestra, pero eso es porque sólo en la nuestra creemos que lo mejor es que duerman solos.

En otros lugares, como en Japón, los niños duermen en compañía de su familia, como forma de integrarlos en la sociedad, fomentando así, de forma inconsciente, la importancia del grupo en lugar del individuo.

Detrás de todo esto subyacen los valores que cada sociedad transmite a través de la crianza. Al igual que las normas de crianza muestran la estructura de una sociedad, a través de los modelos etnoparentales, las culturas transfieren lo que consideran primordial, que en nuestro caso es la propiedad privada, el individualismo, o la competitividad.




Criar es complicado… ¿seguro? Quizá lo complicado es criar en la sociedad artificial que hemos creado. La crianza es tan sencilla como lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad.



Las criaturas únicamente necesitan la presencia de su figura de apego, preferentemente su madre, que es la que ha conocido durante nueve meses, durante su vida intrauterina.

El problema no es la maternidad, el problema es conciliar un trabajo de 8 o 10 horas con las necesidades de presencia y contacto que tiene la criatura. Conciliar un trabajo al que te obligan a volver cuando la criatura tiene poco más de cuatro meses, con una lactancia maternaexclusiva hasta los 6 meses. Comprendiendo que esta lactancia debe ser a demanda y cada poco tiempo para evitar hipoglucemias y favorecer el vínculo, tan importante para el correcto desarrollo emocional, cognitivo e inmunológico del niño.

Ojo, que la «solución» no es pasarse a la lactancia artificial. De hecho la manera de dar el biberón, debería parecerse en lo más posible a la lactancia materna para favorecer ese desarrollo cognitivo y emocional, podéis verlo en el enlace siguiente, al estupendo artículo de Ibone Olza: «Dar el biberón como si fuera el pecho» (Enlace:https://iboneolza.org/2012/08/02/dar-el-biberon-como-si-fuera-el-pecho/)



La sociedad debería ser la responsable de apoyar que las familias puedan criar saludablemente. No debería recaer, como hasta ahora, en el sacrificio laboral y económico de las madres.

 Es una cuestión de salud pública lo que está en juego.



Recientemente, en Reino Unido se está incentivando económicamente la duración de la lactancia materna, porque se ha comprobado que ahorra mucho dinero: en fármacos, en necesidad de guarderías, en absentismo de los padres para llevarlos al pediatra, o en gasto sanitario, pero por encima de todo, porque es la mejor forma de prevención de futuras enfermedades, trastornos y problemas de adaptación.



¿Por qué estamos criando tan en contra de la biología humana? ¿Cómo hemos llegado, como sociedad, a adoptar un modelo de crianza que provoca enfermedad, dificultades y sufrimiento a tantas criaturas y a tantas familias?

En parte hemos llegado a esto como resultado de la mercantilización de la infancia.

La maternidad y la crianza se han convertido en un negocio que deja mucho dinero.



Nuestra cultura nos enseña que necesitamos múltiples artefactos para criar (y los compramos, claro, ¿cómo vamos a escatimar cuando se trata de lo que más queremos, nuestras criaturas?), cuando en realidad lo único que hace falta es que estemos junto a nuestr@s hij@s.



Esta situación también es fruto de la importancia del control en nuestra cultura. De controlar todo lo referente a los niños como forma de garantizar que todo esté bien. Pero esta FALSA SENSACIÓN DE CONTROL está en oposición con la confianza que requiere amamantar o portear.


 Las criaturas vienen preparadas genéticamente para saber cuánto, cuándo y cómo comer, dormir, estar…. Y saben pedirlo (y de hecho lo piden, con llantos imposibles de calmar… a menos que los cojas en brazos, claro). Y saben comer y dormir (pero claro, acompañados). Y saben estar tranquilos (en brazos, o porteados).



Nuestra cultura ha privilegiado lo racional sobre lo emocional. La razón sobre el instinto, y todo lo relacionado con la maternidad, como hecho biológico que es, es mucho más instintivo que cognitivo y, por tanto, imposible de controlar sin alterarlo.

 De aquí parte también el desequilibrio.



En la cultura occidental también desde el feminismo de la igualdad se ha creido que lo que realmente nos hace libres a las mujeres es tener un trabajo remunerado, y que la esclavitud era tener hij@s, trasladando así el modelo masculino patriarcal a todos los ámbitos de la vida. 


Pero cada vez más, coge fuerza otro tipo de feminismo, que considera que en  realidad lo que necesitamos las mujeres es poder ser libres de elegir ser madres o no. Este nuevo feminismo también reivindica el derecho y la libertad de nuestras parejas para elegir ser padres y ejercer como tales.


 La infancia de nuestr@s hij@s, por otro lado, es un tiempo corto e irrepetible que no espera a nadie, mientras que el trabajo sí puede esperar. Siempre y cuando la sociedad proteja a las madres y padres económicamente y en el ámbito laboral, impidiendo que haya represalias o que no puedan acceder a promociones laborales cuando se incorporan después de la baja maternal o paternal.



¿De dónde, pues, provienen los mitos como que «no hay que cogerlos en brazos porque se acostumbran»o que «hay que hacerlos independientes» o que «la lactancia artificial es igual de buena que la materna?



Los mitos de la crianza convencional de los últimos cien años siguen teniendo un peso enorme. Obedecen a la necesidad que surgió, tras la revolución industrial de disponer de mano de obra femenina e infantil.

 Mientras llegaban a los 7 años para poder comenzar a trabajar, había que tener a las criaturas en algún sitio, así surgen las «guarderías». Ojo, que se llamaban así porque era donde se «guardaba» a l@s niñ@s, por eso ahora se insiste en llamarlas «escuelas infantiles». Nos sentimos menos culpables si sentimos que dejamos a nuestras criaturas para que «aprendan algo».

Al inicio de la Revolución Industrial las criaturas se tenían que acostumbrar a la lactancia artificial, a no cogerlos en brazos y a que durmieran solos, porque sus madres trabajaban jornadas de más de 15 horas.



En la actualidad esta situación ha cambiado y la tendencia es respetar los procesos naturales y las necesidades infantiles pero, aunque sean otros los protocolos, es difícil cambiar la inercia de una manera de hacer y de entender la infancia. 


Algunas de estas pautas obsoletas y peligrosas para la salud de la criatura (y de sus familias… y, dependiendo del tono del llanto, hasta de la salud de los vecinos), siguen siendo las recomendaciones oficiales en pediatría, a pesar de la evidencia científica en contra. 


Se sigue recomendando dejar a los niños despiertos en su cuna, o ignorarlos si están llorando.



El llanto es una forma de comunicación que requiere una respuesta. Ningún niño llora por fastidiar o sin razón. Obviarlo es algo cruel y negativo para su salud, por la gran cantidad de cortisol, debido al estrés, que segrega el cerebro, y que es neurotóxico, es decir, mata neuronas o altera el desarrollo de sus conexiones.



La forma de criar puede cambiar el modelo de sociedad. La maternidad es política. La crianza infantil es política porque encierra el germen de la sociedad futura, porque constituye la base de la salud y la enfermedad de niños que serán adultos, y porque conforma los cimientos de las relaciones humanas que sustentarán la sociedad, condicionando su grado de violencia, de respeto a otras realidades, o la capacidad de tomar decisiones basadas en la aceptación de la diversidad humana.

 La infancia simboliza y encarna la supervivencia de cada sociedad. La mejor forma de invertir en salud es la prevención en la fase de la vida más determinante: la infancia.



Actualmente criamos a nuestras criaturas intentando llenar de cosas materiales nuestra ausencia. No entendemos la importancia de los primeros años como factor de prevención de salud. No queremos renunciar a continuar con una vida basada en el consumismo voraz que nos impide disfrutar de lo que sentimos. Vivimos anestesiados de nuestras emociones y de nuestras propias necesidades como seres sociales. Seguimos concediendo más importancia a pensar que a sentir.



Obligamos a los niños a tener jornadas escolares y extraescolares larguísimas, jornadas que superan la jornada laboral legal en cualquier país europeo. El precio es alto.

Y lo estamos pagando.

Los datos resultan apabullantes: el diagnóstico de espectro autista ha aumentado un 78% en Estados Unidos en los últimos diez años, se ha producido un aumento del consumo de fármacos en España para TDAH –un 145% en niñas, y 81,3% en niños–, el 8% de los niños y el 20% de los adolescentes sufren ansiedad y estrés, se ha incrementado el índice de depresión en edades cada vez más tempranas, así como el suicidio entre los 10 y los 14 años.



La infancia y la adolescencia son etapas tan importantes que es donde comienza el 70% de las enfermedades mentales.

En esta sociedad, con este modelo de crianza «desapegada» e individualista, estamos enseñando que sólo importa uno mismo, el éxito individual a costa de lo que sea.

 Estamos negando la necesidad, como animales sociales que somos, de empatía y de solidaridad, de pertenecer a un grupo.



Curiosamente, los grupos humanos más exitosos se han basado en la reciprocidad y la colaboración más que en la confrontación. Les estamos enseñando a nuestras criaturas la peor manera de ser humanos, ser humanos violentos e individualistas.



También les mostramos una única manera de ser y de pensar, una uniformidad que está en contra de la condición humana, del respeto a la diversidad, y de la propia realidad.


Una crianza más amable, más cercana a la biología, con más contacto, más cercanía y más cuidados, conforma una sociedad similar.  Conocer otras maneras de vivir en otros lugares del mundo permite que relativicemos nuestro concepto de lo normal o lo adecuado.

Hay muchas formas de vivir y nos enseñan a distanciarnos de nuestra limitada visión. Para mí esta es la más valiosa de las enseñanzas de la Etnopediatría: Necesitamos abrir el zoom y ver el mundo en perspectiva. Es demasiado valioso lo que está en juego: nada menos que nuestro futuro.



2 comentarios en “Etnopediatría”

  1. Cuánto sentido común… Por eso, cuando los políticos hablan de fomentar las escuelas de 0 a 3 años, siempre pienso que se equivocan: deben invertir en que las madres que quieran acompañar a sus bebés durante esa etapa puedan hacerlo sin angustia económica y sin sentirse cuestionadas laboral y socialmente.

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