No sé si conocéis a Ken Robinson. Yo he escuchado algunas de sus charlas en el TED y siempre me ha inspirado su visión de la educación, y su radical defensa de la creatividad y el respeto al ritmo de los niños, encontrando ese talento único que tiene cada uno. Esta entrevista me llega a través de una mamá comprometida con el desarrollo de su hijo, le agradezco enormemente que me la haya mandado, porque son estas ideas, estas entrevistas cortas, breves e inspiradoras, las que nos ayudan a parar y reflexionar… Y a buscar más allá de lo que hay para realmente encontrar un nuevo camino para nosotros y nuestros hijos…
«La creatividad se aprende igual que se aprende a leer»
¡. ..!
«Nadie sabe cómo es», observé. «Mejor – dijo ella sin
dejar de dibujar-,ahora lo sabrán».
Todo niño es un artista.
Porque todo niño cree ciegamente en su propio talento.
La razón es que no tienen ningún miedo a equivocarse… Hasta que el sistema les va
enseñando poco a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él.
Los niños también se equivocan.
Si compara el dibujo de esa niña con la Capilla Sixtina, desde luego que sí, pero si la deja
dibujar a Dios a su manera, esa niña seguirá intentándolo. El único error en un colegio es
penalizar el riesgo creativo.
Los exámenes hacen exactamente eso.
No estoy en contra de los exámenes, pero sí de convertirlos en el centro del sistema
educativo y a las notas en su única finalidad. La niña que dibujaba nos dio una lección: si no
estás preparado para equivocarte, nunca acertarás, sólo copiarás. No serás original.
¿Se puede medir la inteligencia?
La pregunta no es cuánta inteligencia, sino qué clase de inteligencia tienes. La educación
debería ayudarnos a todos a encontrar la nuestra y no limitarse a encauzarnos hacia el mismo
tipo de talento.
¿Cuál es ese tipo de talento?
Nuestro sistema educativo fue concebido para satisfacer las necesidades de la
industrialización: talento sólo para ser mano de obra disciplinada con preparación técnica
jerarquizada en distintos grados y funcionarios para servir al Estado moderno.
La mano de obra aún es necesaria.
¡Pero la industrialización ya no existe! Estamos en otro modo de producción con otros
requerimientos, otras jerarquías. Ya no necesitamos millones de obreros y técnicos con
idénticas aptitudes, pero nuestro sistema los sigue formando. Así aumenta el paro.
Pero se nos repite: ¡innovación!
La piden los mismos que la penalizan en sus organizaciones, universidades y colegios.
Hemos estigmatizado el riesgo y el error y, en cambio, incentivamos la pasividad, el
conformismo y la repetición
No hay nada más pasivo que una clase.
¿Es usted profesor, verdad? Las clases son pasivas porque los incentivos para estar
calladito y tomar apuntes que repetirá son mayores que los de arriesgarse a participar y tal
vez meter la pata. Así que, tras 20 años de educación en cinco niveles que consisten en
formarnos para unas fábricas y oficinas que ya no existen, nadie es innovador.
¿Cuáles son las consecuencias?
Que la mayoría de los ciudadanos malgastan su vida haciendo cosas que no les interesan
realmente, pero que creen que deben hacer para ser productivos y aceptados. Sólo una
pequeña minoría es feliz con su trabajo, y suelen ser quienes desafiaron la imposición de
mediocridad del sistema.
Tipos con suerte…
Son quienes se negaron a asumir el gran error anticreativo: creer que sólo unos pocos
superdotados tienen talento.
«Sé humilde: acepta que no te tocó».
¡Falso! ¡Todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en qué. Esa debería ser la
principal función de la educación. Hoy, en cambio, está enfocada a clonar estudiantes. Y
debería hacer lo contrario: descubrir qué es único en cada uno de ellos.
¿La creatividad no viene en los genes?
Es puro método. Se aprende a ser creativo como se aprende a leer. Se puede aprender
creatividad incluso después de que el sistema nos la haya hecho desaprender.
Por ejemplo…
Soy de Liverpool y conozco el instituto donde recibieron clases de música mi amigo sir Paul
McCartney y George Harrison… ¡Dios mío! ¡Ese profesor de música tenía en su clase al 50
por ciento de los Beatles!
Y…
Nada. Absolutamente nada. McCartney me ha explicado que el tipo les ponía un disco de
música clásica y se iba a fumar al pasillo.
A pesar del colegio, fueron genios.
A Elvis Presley no lo admitieron en el club de canto de su cole porque «desafinaba». A mí, en
cambio, un poliomielítico, me admitieron en el consejo del Royal Ballet…
Ahí, sir, acertaron de pleno.
Allí conocí a alguien que había sido un fracaso escolar de ocho años. Incapaz de estar
sentada oyendo una explicación.
¿Una niña hiperactiva?
Aún no se había inventado eso, pero ya se habían inventado los psicólogos, así que la llevaron
a uno. Y era bueno: habló con ella a solas cinco minutos; le dejó la radio puesta y fue a buscar
a la madre a la sala de espera; juntos espiaron lo que hacía la niña sola en el despacho y…
¡estaba bailando!
Pensando con los pies.
Es lo que le dijo el psicólogo a la madre y así empezó una carrera que llevó a esa niña, Gillian
Lynne, al Royal Ballet; a fundar su compañía y a crear la coreografía de Cats o El fantasma de
la ópera con Lloyd Webber.
Si hubiera hecho caso a sus notas, hoy sería una frustrada.
Sería cualquier cosa, pero mediocre. La educación debe enfocarse a que encontremos
nuestro elemento: la zona donde convergen nuestras capacidades y deseos con la realidad.
Cuando la alcanzas, la música del universo resuena en ti, una sensación a la que todos
estamos llamados.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20101103/54063818455/la-creatividad-se-aprende-igual-que-se-aprende-a-leer.html#ixzz32WE6qzhG
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia