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Limites: Sí, pocos y adecuados

 Inspirado por el reportaje: https://www.lavanguardia.com/vivo/mamas-y-papas/20210725/7614385/imponer-limites-hijos.html

Muchas madres y padres me preguntan por los límites. A menudo porque consideran que ponen pocos. Otras veces porque no saben cómo ponerlos. Nadie me consulta si quizá está poniendo demasiados.

Y para mí, aquí está la clave. La vida tiene muchos límites «naturales»: No podemos volar (y mira que estaría bien), no podemos correr tanto como nos gustaría, no podemos evitar tener hambre y sed, ni tampoco tener sueño. Tampoco podemos teletransportarnos (y ésto sí que sería fantástico, que se lo digan a cualquier criatura, y al padre o madre de esa criatura, después del tercer «cuánto falta» a los 3 minutos exactos de salir de casa con el coche).

Más allá de esos límites «naturales», hay límites que son fundamentales para la convivencia con otras personas: No podemos hablar tan alto como queramos, sobre todo si hay otra persona durmiendo. No podemos ( o mejor dicho no deberíamos) hacer daño físico o psicológico a otras personas. No podemos quitarle a otra persona algo que es de su propiedad. No podemos (o no deberíamos) invadir el espacio físico de otra persona. Éstos límites los peques los aprenden poco a poco, y sobre todo con el ejemplo. Es decir, cuando le BERREAMOS a nuestra criatura que ¡NO SE GRITA!!!… Igual el mensaje es un poco contradictorio. Cuando le pegamos porque ha pegado a otra persona, pues también enviamos un mensaje contradictorio (¿¿sólo podrás pegar cuando seas adulto??)

Todos los demás límites no tienen que ver con nuestro hijo o hija, sino con qué estamos nosotr@s dispuestos a admitir. En mi casa se da las gracias y se piden las cosas por favor. En otras casas esa convención social no es tan importante. En mi casa los niños y niñas pueden levantarse de la mesa e ir a jugar cuando lo necesiten. En otras casas sólo si se han terminado la comida… Y así podríamos poner mil y un ejemplos. 

¿Cuáles son los límites adecuados para tu hijo o hija? Aquellos que te permitan una convivencia serena y estar tú, como adulto responsable, a gusto con dicha convivencia. 

¿Y si son demasiados? Pues igual hay que rebajar espectativas y aprender a ser un poco más flexibles. Cuesta, pero se puede.

¿Algún «tip» útil? Sí, en el artículo que nombro arriba, dan muchos tips útiles, aquí os comento alguno de ellos:

1.- Impedir la expresión emocional NO ES UN LÍMITE: Decirle a un niño, a una niña, «no llores», o «no te enfades» tiene que ver con NUESTRA DIFICULTAD para aceptar la emoción de esa criatura en ese momento concreto. Si una criatura está frustrada, triste o enfadada, llora. Podemos acompañar ese llanto o ese enfado desde la serenidad, nunca impedirlo.

2.- Negar el cariño NO ES UN LÍMITE: «Si haces ésto mamá (o papá) no te va a querer», «No me gustan los niños que lloran», «Si te enfadas nadie va a querer ser amigo tuyo»…. Ésto es chantaje emocional. Se llevaba mucho en la época de mis padres, y a veces me descubro haciéndole algo similar a mi hijo, así que en cuanto lo detecto le pido perdón y le repito una y otra vez que mamá le quiere SIEMPRE, haga lo que haga y sea como sea… Aunque lo que esté haciendo (su CONDUCTA, no su SER) no me guste o me enfade, él no es su conducta, es mucho más que eso. 

3.- Coaccionar, amenazar NO ES UN LÍMITE: «Si no haces ésto, voy a tener que quitarte X». Es mejor utilizar reglas consensuadas. En mi casa, cuando se rompe una regla, hay consecuencias, PARA TODOS. Consecuencias que hemos pactado y hablado (primero papá y mamá, y luego, ahora que Miguel también opina, también con Miguel). Lo ideal es hablar cuando el bebé aún es bebé, qué cosas estamos dispuestos a aceptar y cuáles no, y qué consecuencias nos parecen aceptables. Conforme vaya creciendo, incluirle en la discusión y aceptar sus sugerencias sobre qué consecuencia es aceptable ante una conducta determinada. 

4.- Bloquear las preguntas NO ES UN LÍMITE: Las criaturas tienen una curiosidad innata por ABSOLUTAMENTE TODO. Si no les dejamos preguntar, si no permitimos todo tipo de preguntas en casa, estaremos coartando esa curiosidad y será una fuente de frustración. 

5.- Castigar un error NO ES UN LÍMITE: Todos nos equivocamos, las criaturas también. Castigar el error activa un miedo a equivocarse que impide el aprendizaje y que paraliza la experimentación. 

Poner límites «a posteriori» no es lo ideal. Es cierto que a veces tenemos que hacerlo, pero deberían ser los menos. Igual que ponerlos en el momento del conflicto. Es mejor que nos calmemos todos y pensemos soluciones más constructivas. No se puede prever todo, y sí se pueden tener acuerdos de mínimos que sirvan para decidir juntos las consecuencias de nuestros actos.

¿Y yo que hago? Pues muchas veces, improvisar, pero siempre teniendo en cuenta una serie de premisas:

a) ¿La conducta es nueva? ¿Es algo que ha aprendido fuera de casa o tiene que ver con algo que ha visto en mí?: En conductas nuevas o aprendidas fuera de casa suelo ser más laxa, me paro más a explicar por qué no es aceptable en casa, pues a menudo ve que otros amiguitos o amiguitas no sufren ningún tipo de consecuencia por cosas que en casa no se permiten. 

b) ¿Qué pretendía con esa conducta? ¿Cómo puedo ayudarle a conseguir lo que quiere de una manera más constructiva?

c) ¿Cómo estoy yo? ¿Estoy cansada, hambrienta, enfadada por otra cosa, o estoy «en mi centro»?: Ésta para mí es la más difícil. Parar antes de reaccionar, DARME CUENTA de cómo estoy yo antes de reaccionar a una conducta de mi hijo.

¡Espero que os ayude!!

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