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Los niños y la muerte: Conferencia de Yolanda González

Estos sábados estoy disfrutando de las estupendas conferencias organizadas por la Asociación Besos y Brazos, ya es la tercera edición del Ciclo de Conferencias “Conociendo a Nuestros Hijos”, y sigue siendo un placer escuchar a ponentes de primer orden. Quiero intentar hacer resúmenes de todas las ponencias, pero la vida da para lo que da, así que os los voy ofreciendo poco a poco. La conferencia de Yolanda versó sobre las preguntas delicadas de la infancia, principalmente sexualidad y muerte. A ver si en ésta semana puedo haceros el resumen de la parte de sexualidad, por ahora os cuelgo los apuntes que cogí en la parte de la muerte. Sé que, como dice una compañera del curso de doulas, “no es lo mismo” que disfrutar “en vivo y en directo”, pero espero que os ayude a haceros una idea de lo que hablamos allí:

Los niños y la muerte: Resumen y extracto de la conferencia de Yolanda González en el hospital de Móstoles, 25/5/2013
En esta sociedad, la empatía es una asignatura pendiente en general, y aún más pendiente con los niños en particular. Los adultos hemos olvidado lo que sentimos en nuestra infancia, y aunque sea lo último que deseamos, a menudo nos observamos repitiendo modelos de nuestros padres.
Con el tema de la muerte, que es tabú en nuestra sociedad occidental, nuestra tendencia es ocultarla, que el niño no sepa, que el niño no sufra. De ahí que los primeros encuentros del niño con la muerte puedan ser traumáticos, ya que no tiene la experiencia de poder llorar por el pececito que compramos en la feria y murió a los dos días, o al perrito que atropellaron. Esas muertes en general las ocultamos (“el pececito ha vuelto al mar”, “el perrito lo hemos llevado a vivir al campo”), compramos otra mascota “parecida” para que el niño no se entere, o damos excusas para no hablar (“el pececito se ha muerto” “¿Y qué es morirse?” “ Ya te enterarás cuando seas mayor”). Por eso cuando llega una muerte que no podemos ocultar (un abuelito, un ser querido, un progenitor…), el niño no sabe cómo enfrentarse al duelo. Yolanda nos recomendó el libro de Elizabeth Kübler-Ross “Los niños y la muerte”
Los adultos no sabemos enfrentarnos a la muerte y por eso no sabemos explicársela al niño. Hemos olvidado que la muerte es ese acontecimiento ineludible por el que todos los seres vivos tenemos que pasar, como decía un sabio “todos nacemos con una enfermedad mortal: La VIDA”. El miedo a la propia muerte y el miedo a la muerte de aquellos a quienes amamos, nos activa el mecanismo de negación, no es sólo que les neguemos la muerte a nuestros niños, es que nos la negamos a nosotros mismos, es algo “que les pasa a otros”. No queremos ser conscientes de que la vida es una serie de pequeñas separaciones (de la madre, de la ciudad o el pueblo donde crecimos, de los distintos trabajos, de los amigos…), que nos llevan inevitablemente a la GRAN SEPARACIÓN, que es la muerte.
Además consideramos al niño pequeño un ser demasiado “vulnerable” para oír hablar o experimentar la muerte de alguien. Curiosamente, protegemos a los niños de las conversaciones sobre la muerte, pero los protegemos mucho menos de la violencia, del maltrato, de la humillación…
El problema es que los niños pueden ser pequeños, pero no son tontos. Los niños captan perfectamente el clima emocional que provoca la muerte, y es fundamental hablar con ellos de lo que está sucediendo.
Por supuesto, la manera de hablarlo debe adaptarse a la edad del niño, y no podemos olvidar las etapas del desarrollo. De 0 a 3 años hablamos de una etapa marcada por la emoción. A esta edad carece de sentido la explicación RACIONAL. Los niños pueden hablar muy bien y repetir todas las palabras que decimos, pero no ENTIENDEN su sentido profundo. A estas edades los niños básicamente SIENTEN.
De los 3 a los 6-7 años el pensamiento racional empieza a actuar, los niños empiezan a usar las palabras para defenderse de las agresiones del exterior.
A partir de los 7 años las bases del carácter están formadas, el niño sabe quién es él y quiénes son los otros, empieza a ser más difícil ocultar las cosas y se empieza a perder el pensamiento mágico de las etapas anteriores.
Hay que ser conscientes de que  cuando no enfrentamos la muerte, cuando no hablamos de ella, estamos creando un duelo patológico. Por evitar un dolor inmediato, provocamos un dolor sordo, alargado en el tiempo,  que el niño no comprende ni es capaz de elaborar.
Es importante que tomemos conciencia de que el niño tiene DERECHO a despedirse, de la mascota, del abuelito, ¡por supuesto de su mamá o su papá o su hermanito/a!!
Desde ese convencimiento del derecho del niño, nuestro deber como padres y madres es acompañar el duelo del niño y estar PRESENTES.
Cosas a tener en cuenta:
No es lo mismo una muerte repentina que una muerte que permita despedirse del ser querido, al niño, como al adulto, le cuesta más asumir una muerte repentina.
Los niños tienen un pensamiento mágico y egocéntrico, a menudo piensan que la muerte de alguien que quieren tiene que ver con algo que ellos hicieron o dejaron de hacer, es fundamental evitar frases tipo: “ Papá (Abuelito, Mamá…) está malito y te tienes que portar muy bien para que se cure”, con las que fomentamos ese tipo de pensamiento.
A los menores de 6 años les cuestan mucho los conceptos abstractos, por ejemplo:
La muerte es UNIVERSAL, todos nos vamos a morir, pero el niño no tiene desarrollado el concepto de universalidad, lo que les pasa a otros, no tiene por qué pasarle a él, y es frecuente que nos pregunte si él también se va a morir, o si nosotros, sus padres, nos vamos a morir. No debemos mentir, pero sí darle una respuesta que le de seguridad: “Yo no tengo intención de morirme hasta dentro de mucho tiempo, cuando tú ya seas mayor y no me necesites”. “Todos nos morimos, pero para que tú te mueras falta muchísimo, y para que yo me muera también”.
Estar siempre dispuesto a responder una y otra vez las mismas preguntas, porque si el niño sigue preguntando es porque no le hemos dejado tranquilo, ir buscando la respuesta que le serene, pero siempre desde la verdad soportable.
La muerte es IRREVERSIBLE, pero los niños experimentan la muerte en video juegos y dibujos animados, donde a menudo los personajes resucitan, y además es un concepto difícil de entender para menores de 6 años. La pregunta más frecuente es si la persona va a volver. Es muy importante dejar claro que NO, que la persona que se muere no vuelve. Según las creencias de cada uno, podemos explicar que la persona se ha ido a otra dimensión (cielo, dimensión espiritual…), que su energía se ha ido a otro lugar… Lo que queramos, pero dejando claro que NO va a volver. También podemos proponer al niño que busque él mismo una explicación, sobre todo en niños más mayorcitos: Explicar las distintas creencias (el cielo, la energía, la reencarnación…) y preguntarle qué piensa él que pasa. Por supuesto, si nos pregunta, ser sinceros y decir lo que NOSOTROS pensamos que pasa.
La muerte es INEVITABLE, pero nuevamente, el pensamiento egocéntrico del niño menor de 6 años le hace sentirse todopoderoso. “¿Y yo (o el abuelito, o mamá…) por qué me tengo que morir? Yo no quiero!!”
Es una reacción que también tienen muchos adultos, pero en los adultos ya NO es natural. Acoger ese tipo de reacciones lo mejor posible, aceptar el enfado del niño y acompañarlo. Explicarle que haga lo que haga, la muerte no se puede evitar, y llega cuando llega. (A algunos médicos nos iría bien que alguien nos dejara claro esto…)
Reacciones habituales ante una pérdida:
          Conmoción/Ausencia:El niño actúa como si no pasara nada, o parece bloqueado, “fuera del mundo”, no habla ni dice nada sobre la muerte del ser querido.
          Incredulidad:El niño actúa como si no se lo creyera, busca al ser querido por la casa, o en otras casas o lugares en las que estuvo con la persona fallecida.
          Ansiedad/Miedo:Sobre todo a perder a los padres u otros seres queridos, más raro a la propia muerte (se da más en niños más mayores)
          Rabia/Enfado:“¿Por qué me HA HECHO esto?”, enfado con la persona que ha muerto, o con la persona que lo acompaña, enfado consigo mismo por no haber “podido evitar” la muerte del ser querido (en relación con el pensamiento egocéntrico)
          Síntomas físicos: El más frecuente, la regresión a estados anteriores, llanto desconsolado, enuresis o encopresis en niños que ya controlaban esfínteres, volver a chuparse el dedo… Pero también síntomas de enfermedad, dolores abdominales, de cabeza, catarros de repetición…
Claves cuando se ha producido una pérdida:
Lo más importante es la actitud del adulto que está con el niño. Por muy triste que esté el adulto, tiene que comprender que el niño necesita ser acogido, haga lo que haga y pase lo que pase. El niño debería ser contenido por el adulto, en el sentido de que debería poder expresarse emocionalmente como él desee (llanto, grito, enfado…).
El dar rienda suelta al llanto, a la emoción, evita el duelo patológico.
Fundamental, como hemos dicho antes, respetar el DERECHO del niño a despedirse, siempre explicándole lo que se va a encontrar (“cuando nos morimos nos quedamos fríos, no nos podemos mover, no podemos responder a las personas cuando nos hablan, vas a ver al tío en una caja (evitar palabras complicadas como “ataúd”, que no le dan al niño información real), habrá muchas personas llorando porque están tristes…”). Dar la opción tanto de despedirse como de NO hacerlo, y respetar SIEMPRE la decisión del niño.
Responder a todas las preguntas que nos haga el niño desde nuestra honestidad, evitando vaguedades, que son ATERRADORAS para los niños. Darles la seguridad de que nosotros no tenemos la menor intención de morirnos. Evitar también respuestas “tipo”, algunos ejemplos:
          “La abuelita está en el cielo y está muy bien allí”: Puede fomentar comportamientos con intención de morir (igual a mí me apetece irme con la abuelita, si está tan bien… además, si el niño es pequeño, no tiene conciencia de irreversibilidad, es decir, igual me puedo morir para ir a ver a la abuelita, y ya si eso vuelvo luego…). En el cielo se está bien, ¡¡pero ahora estamos aquí y vamos a estar también bien!!
          “Claro que todos nos morimos, hijo”… Muy importante dejar claro que sí, todos nos morimos, pero nosotros NO TENEMOS LA MENOR INTENCIÓN de morir en breve.
          “El abuelito se ha dormido y ya no se va a despertar”: Puede generar miedo y angustia a la hora de dormir.
En niños mayores, a partir de los 6-8 años, aparece el pensamiento concreto, y la muerte se convierte en algo concreto, las preguntas son más del tipo “¿Y no pasará la abuelita hambre en el ataúd?”
Ya a partir de los 9 años, van a comprender la irreversibilidad y universalidad de la muerte, el pensamiento se hace más “tipo adulto”.
Como consejo final:
La muerte forma parte de la vida, y debería poder formar parte también de la vida de los niños desde el principio, no se debería ocultar la muerte del periquito, igual que no se debe ocultar la muerte de las personas queridas. La muerte debería ser algo natural, y no hay que excluir a los niños de los actos funerarios, que existen por algo. El acto funerario nos informa de que ha pasado algo, y nos permite expresar el llanto, el dolor, ayuda a elaborar el duelo y previene el duelo patológico.
Cuando las muertes, los duelos, la tristeza en general se vive como tabú en la familia, y cuando no hay un adulto capaz de acoger y contener al niño, estamos abocados a provocar un duelo patológico. Es fundamental acoger el dolor del momento, llorar en el momento, y vivir plenamente el dolor, para evitar el duelo patológico, siempre más difícil de curar.
La TRISTEZA, es una emoción LEGÍTIMA, tenemos que aprender a vivirla para despedirnos adecuadamente de nuestros seres queridos, sólo así nuestros hijos aprenderán también a vivir los duelos y a elaborar la tristeza que supone separarse de una persona querida. 

8 comentarios en “Los niños y la muerte: Conferencia de Yolanda González”

  1. Bravísimo Teresa… pasa algo muy parecido con las personas con discapacidad intelectual o y/o psíquica, a los que a menudo tratamos como a niños (erróneamente) y por supuesto también cometemos esos errores
    Ana Tortajada

  2. Es que yo siento que el error está en olvidar que los niños son personas, es decir, si yo cuando estoy triste necesito que me abracen, un niño igual. Si cuando estoy contento necesito que lo celebre conmigo, un niño igual. Si estoy enfadado y necesito que se respeten mis límites, lo mismo les pasa a los niños… Y como bien dices, a las personas con capacidades diversas. Las personas tenemos emociones, y las emociones no entienden ni de idiomas ni de edades!! Un abrazo, Ana!!

  3. Me ha gustado mucho esta entrada Teresa. Creo que es muy importante romper ese tabú de la muerte con los niños. Ellos se dan cuenta de todo y no podemos engañarles. Al hijo de una amiga mía con dos años le dijimos que su pececito estaba en el cielo y nos contestó muy serio: "está en el wáter".

  4. QUELIDA
    Una vez más gracias por tenerme al día en este asunto tan importante, hace 3 años murió una amiga de cáncer linfático, dejo una niña de 4 años y un niño de 2, su padre decidió q no era el momento de contarle por lo q los niños no se despidieron de su madre, yo sentía q si me pasaba a mi si me hubiera gustado despedirme de ella.

  5. Hola Quélida, preciosa!! Itzel tiene la suerte de tener una mamá con un agudo instinto, confía en él y haz lo que te dicta tu corazón, seguramente ese papá estaba tan invadido por la pena que hizo lo que mejor sabía hacer, guardársela y aguantar… Esos niños necesitarán una figura maternante, que sepa explicarles la muerte de su mamá, me alegra que tú andes por ahí!! Un abrazo!!

  6. Hola Teresa, me he sentido bien lellendo tu artículo, creo que és muy importante que miremos a nuestros hijos con igualdad y que seamos empàticos con sus sentimientos. Por desgràcia el 7 de marzo del 2012 perdimos a una de nuestras hijas, a Arlet, estaba embarazada de gemelas y solo sobrevivio una de mis pequeñas Elba. Tengo una hija de 9 años que eperaba con amor que sus dos hermanas nacieran, cuando sucedió quisimos ser nosotros mismos los que le explicaramos que su hermanita no habia podido sobrevivir, sufrió mucho con la notícia. Hemos tenido que ir superando nuetro proceso de duelo juntos, me dolia ver como sufria, pensava y tenia los mismos sentimientos, miedos y desconsuelos que tenia yo. Se hacia las mismas preguntas sin respuesta que nosostros y llorava por no poder sobrellevar la situacion, pero el poder hablar con ella y poder buscar una respuesta que nos ayudara nos está enseñando a poder vivir la perdida. Como tu bien dices es muy importate no dejarlos de lado y hablar de todo lo que les preocupa y les inquieta. Al ser una muerte repantina a mi hija le inquietaba no haberse podido despedir de su hermana al tratar el tema pudimos hacer una despedida en la que le hiciera llegar todos sus sentimientos de amor.
    Me alegro que personas como vosotras se preocupen de que no sufran nuestros pequeños.

  7. Queridísimo Anónimo: Me emociono al leerte, porque sé lo duro que es perder a una persona querida, pero no puedo imaginarme el dolor que supone perder a un hijo. Tu entereza al llorar con tu hija de 9 años, tu capacidad para hablar con ella sinceramente de tu propio dolor, me parece una gran lección para todos los que hemos vivido un duelo. Gracias por tu testimonio, y todo mi amor para tu preciosa familia. Me alegra pensar que Arlet, esté donde esté, siente todo vuestro amor. ¡Un abrazo enorme!

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