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Por qué es importante hablar con respeto a los niños

Hace poco leí en Bebés y más una interesantísima entrevista con la Bióloga Irene García Perulero Nunca me han gustado los gritos. Sé que vivo en un país en el que se grita mucho y a menudo, y en mis viajes por el mundo he constatado que, si quiero encontrar un grupo de españoles, me basta con aguzar el oído. Pero los gritos a los niños, los gritos para que hagan o dejen de hacer algo, puede producir daños psicológicos y en esta entrevista he podido ver que también un daño biológico inmediato. Como dicen en el artículo, es importante pensar las razones por las que gritamos a los niños sin querer hacerlo y las razones que creo compartimos para desear dejar de gritarles. 
Cuando gritamos a los niños, a menudo nos justificamos diciendo que a nosotros nos gritaban y «no han salido tan mal». Pero, ¿de verdad estamos bien?
 El ser humano es resiliente y sobrevive a las peores tragedias, a los peores maltratos. El ser humanos es capaz de sacar belleza hasta del duelo, del dolor… Pero creo que no deberíamos conformarnos con repetir pautas de crianza que perpetúan la violencia y la falta de respeto. Para mí, el respeto al otro, es la base de la convivencia, y no puede ser un respeto unidireccional (del niño al adulto), sino que tiene que ser bidireccional, el niño aprenderá a respetarnos si nosotros le respetamos primero a él/ella.
Hoy comparto con vosotros la conversación publicada en Bebés y Más, con Irene García Perulero, bióloga, investigadora en bioquímica, madre, escritora y conferenciante.
¿Cuáles son los mecanismos físicos del estrés y el miedo que desencadena en un niño que le griten sus padres?
El grito es una señal de alarma o una señal de enfado. Cuando gritamos no sólo gritamos palabras sino que acompañamos el grito de un lenguaje no verbal. En principio ambos tipos de gritos pueden producir la misma respuesta, que es la activación de las típicas señales de alarma.
¿Cuáles son esas respuestas fisiológicas a la alarma?
Se secreta adrenalina, el corazón late más rápido. Esto podría pasar por ejemplo cuando tu niño va a meter los dedos en el enchufe y lo único que te sale es gritarle que no. La respuesta más probable es que el niño se quede paralizado.
Cuando el grito es de enfado es parte de una comunicación cuando menos agresiva. Al grito le acompañan palabras que muestran ira y gestos normalmente amenazantes.
¿Cómo es la reaccion del niño ante la amenaza?
Ante una situación así el niño puede reaccionar de dos formas típicas, dependiendo de su edad, de su carácter y de otras circunstancias personales o puntuales. La respuesta típica a una amenaza es el ataque o la huida.
En niños mayores o adolescentes puede llegar a darse un enfrentamiento. En niños más pequeños al ser más vulnerables la respuesta más típica será la huida, que se refleja por ejemplo en que se encogen sobre sí mismos, ponen las manos en posición de defensa, etc, ya que un niño muy pequeño no puede irse.
¿Y cuando son habituales?
Si los gritos son reiterativos y continuados se produce un aumento en los niveles de cortisol, ya que se produce una situación de estrés crónico. A largo plazo se puede producir indefensión.
¿Qué efectos a medio y largo plazo tiene esto en la salud física recibir gritos y sentirse amenazado de manera habitual o bastante habitual?
El cortisol, la hormona del estrés, está implicada en muchos mecanismos fisiológicos, desde el control del sistema inmune o del metabolismo de los azúcares hasta la estructura del hipocampo. Así pues sus efectos pueden ser muy variados.
Se sabe que el estrés crónico producido por ejemplo por relaciones abusivas en el cole puede aumentar el riesgo de enfermedades inflamatorias crónicas en la edad adulta. El cortisol se usa como indicador de estrés crónico y el estrés crónico se ha relacionado incluso con una menor esperanza de vida, ya que está relacionado con una menor longitud de los telómeros de los cromosomas.
¿La biología podría ayudar a los padres que no saben contenerse?
Hacernos conscientes de los mecanismos biológicos que se disparan cuando gritamos a nuestros hijos ayuda mucho a no ignorar las consecuencias de nuestros actos.
¿Qué podemos hacer?
Obviamente reducir el estrés en los propios padres mejora mucho la relación con los hijos. Los gritos pueden deberse a una acumulación de estrés en los progenitores, ser padre es duro, pero esto no tiene tanto que ver con la biología como con las circunstancias personales y sociales.
Aparte de reduciendo el estrés en los propios padres el resto es más una labor de crecimiento personal y compromiso con nuestros propios hijos. Y también con nosotros, mejorar la comunicación con nuestros hijos reduce a su vez nuestro propio estrés. Todos estos mecanismos suelen ser de feedback positivo.

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