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Quiero jugar

 Una vez más, comparto un escrito de mi querida Isabel y de otro compañero pediatra, Gontzal. La versión en euskera está aquí: 

https://www.berria.eus/paperekoa/1896/024/001/2021-01-03/jolastu-nahi-dut.htm

(las negritas son mías)

QUIERO JUGAR

Coronavirus y necesidades de la infancia

Ixabel Canales eta Gontzal Martinez de la Hidalga

Pediatras de Atención Primaria, Osakidetza


“Aita, tengo que contarte una cosa. Hoy a la tarde ha venido la policía

a identificarnos, nos han pedido el carnet… y nos han dicho que era

una multa de 600 euros.

Estábamos los amigos jugando al fútbol en el frontón, todos con la

mascarilla puesta.

Han dicho que jugar con los amigos al fútbol estaba prohibido.

Y yo no lo entiendo.

Ya sé que estamos en pandemia y sé lo que está pasando.

Lo vemos en la TV e intentamos cumplir las normas aunque a nosotros

no nos tengan en cuenta.

¿Tan mal está lo que hemos hecho? ¿De verdad es tan peligroso para

alguien que juguemos en la calle?

¿Qué tenemos que hacer? ¿Quedarnos en casa viendo la tele?

¿No podemos jugar con los amigos?

No sé, para nosotros es imprescindible”.

Ésta ha sido una de las consultas de esta semana.

Markel de 14 años y su padre vinieron a preguntarnos en qué

estaba basada la prohibición del deporte escolar y de jugar

con los amigos a estas edades.


La situación actual está siendo dura para todo el mundo aunque

no está afectando a todas las personas por igual.

Una cita de Chomsky cobra especial importancia en este momento:

”Hay dos grandes retos de cara al futuro si queremos sobrevivir

como especie:

una es la participación de todos los ciudadanos en las decisiones

que afectan a nuestras vidas

y la otra es el cambio climático”.

Es crucial que tengamos a toda la gente en cuenta, especialmente

a aquella silenciada.

Las niñas, niños y adolescentes no han sido tenidos en cuenta

en esta sindemia.

La situación actual está dejando de manifiesto lo que ya ocurría antes.

Y lo que ocurría es que la voz de los más pequeños no era escuchada.

Tampoco la de los jóvenes, al menos como merecen.

Y debemos cuidar todas las realidades.


La Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia en marzo.

En nuestro caso, declararon el Estado de Alarma el 14 de marzo,

afectando de manera importante

a toda la sociedad. Se tomaron dos decisiones drásticas en relación

con la infancia-adolescencia:

el cierre de las aulas y el confinamiento estricto durante 40 días.

Fueron los únicos que no pudieron salir de casa.

No había base científica que justificara estas medidas.

No es fácil tomar decisiones en tiempo de incertidumbre y,

sin embargo, especialmente en esta

situación, las medidas tomadas deben acompañarse de un análisis

y una revisión constantes.

Existe el riesgo de que produzcamos  más daño del que queríamos

evitar si no se analizan

las consecuencias posibles o no se recaban datos al respecto.

Y hacen falta datos.

Es cierto que la evidencia necesita de tiempo para ser construida,

pero desde el principio los niños expresaban lo que sentían,

solo hacía falta escucharlos.

Marina Garcès dijo:” El confinamiento para algunos niños

supondrá unas vacaciones con sus padres.

Para otros,el infierno”.

La brecha digital,la social,la económica,el abuso sexual y

el infradiagnosticado maltrato infantil

ya estaban antes de la pandemia.

Ahora todo se ha agravado.

Con la cautela que merece toda esta realidad, en el periodo de un año

hemos ido aprendiendo algunas cosas y hemos tenido tiempo de ir

construyendo poco a poco una evidencia científica

que aunque sea constantemente revisable nos permite afirmar lo siguiente:

los niños no han sido nunca hipercontagiadores

no se ha demostrado la efectividad del cierre de

escuelas en la transmisión comunitaria;

en los lugares donde se abrieron las escuelas con medidas adecuadas,

aunque pueden ocurrir,

no han aparecido brotes destacables.

Y en cuanto a la trasmisibilidad, aunque sea un punto controvertido,

parece que podemos afirmar que los niños, especialmente los más

pequeños no son ni tan

susceptibles ni tan transmisores como las personas adultas

que los rodean

Los niños suelen contagiarse de manera mayoritaria en el hogar y

la fuente suele ser una persona adulta.

Y por supuesto, aunque existan excepciones y casos aislados,

la enfemedad en la infancia

es de manera generalizada leve, benigna y autolimitada.


Unicef y diferentes organismos alertan sobre el deterioro físico

y emocional que los niños y adolescentes están sufriendo

en la pandemia.

Y nosotras en las consultas tenemos la sensación de

un aumento de procesos, algunos no tan habituales:

autolesiones, anorexias, obsesiones, depresiones, obesidad,

retrasos en el desarrollo psicomotor, …

Son sensaciones, no tenemos datos precisos.

La sobrecarga de trabajo a la que estamos sometidos hace

imposible salirse del guión asistencial para poder medir, investigar,

recabar información que nos ayude a ver nuestra realidad global.

Necesitamos más datos sobre los efectos de esta situación en la infancia.

Sería interesante tener análisis sobre los daños emocionales,

obesidad…que vemos en nuestras consultas.

La Atención Primaria está en una situación insostenible

y abocada al colapso por la falta de medios.

Pero, además de resolver la carga asistencial, necesitamos más datos

que nos orienten sobre la situación real. 


En su momento, dada la nula evidencia que las sustentaba y

las consecuencias que se podían derivar de ellas,

se revisaron algunas decisiones tomadas como el cierre de escuelas

y el confinamiento estricto de niñas, niños y adolescentes.

Hoy en día, todos estamos de acuerdo en que no deberíamos

volver a ese duro escenario.

Sin embargo, hay algunas medidas actuales que quizás

también merezca la pena analizar,

siempre y cuando no suponga un aumento de riesgo general.

Es importante revisar la decisión de prohibir el deporte escolar y

el juego en grupo en espacios abiertos.

O en su defecto, agradeceríamos que se publicaran los datos

epidemiológicos y científicos que

justifican tal prohibición.

De momento son desconocidos.

No escondamos los posibles efectos colaterales que estas medidas

podrían provocar.

Pedimos datos y análisis. Que no sea demasiado tarde.

El juego en grupo, el deporte y la actividad física en general

son básicos para una buena salud física y mental, de todos,

especialmente de niñas y niños. 


Desde el comienzo de la pandemia se han realizado muchos

estudios y parece haber quedado claro que la COVID supone

un gran riesgo para la gente anciana con enfermedades

crónicas graves.

No así para la gente más joven.

En el Estado Español un 70% de las muertes han sucedido

en residencias de mayores.

La privatización, las malas condiciones, la precarización de sus

trabajadoras y la falta de material

se apuntan como las principales causas.

La logica dice que el modelo actual de residencias es un gran fracaso.

La principal medida a tomar es la protección de nuestros mayores

. Para lograrlo es imprescindible cambiar radicalmente el modelo

de las residencias en las que reside una

gran parte de ellos.

Sin embargo eso ni se ha  tocado y todas las miradas

se han desviado en otra dirección.

Se ha culpabilizado a niños y adolescentes entre otros.

Detrás de esto se esconde una gran hipocresia.

Y las medidas tomadas tiene una gran repercusión en la salud de

niñas, niños y adolescentes.

“A los niños no se les puede pedir lo que no pueden hacer.

No se les puede pedir que no jueguen con los amigos,

no se les puede pedir que no los toquen” dice Nahia Idoiaga.

Nosotros añadiríamos: los niñas/os y adolescentes

no son personas adultas pequeñas.

Ni en los síntomas, ni en la frecuencia de ellos,

ni en capacidades, ni en necesidades.

Jugar en grupo es vital para su desarrollo físico y emocional.

Quizás a los más mayores se les puedan pedir algunas cosas,

pero siempre teniendo en cuenta su opinión.

Confiamos en ellos. Escuchémosles.

Tengamos en cuenta su palabra allí donde se toman las

decisiones que también afectan a sus vidas.»


Y  a mí, al hilo de éste texto, me surgen muchas reflexiones: 

 ¿Cuándo empezaremos a darnos cuenta del DAÑO que estamos produciendo con nuestras directrices estúpidas, variables según y en qué Comunidad Autónoma nos encontremos, o según el humor de las personas que toman las decisiones que nos afectan a todxs, especialmente a nuestras criaturas? 

¿Cuándo vamos a admitir la EVIDENCIA de que las criaturas menores de 10 años APENAS CONTAGIAN?  (https://elpais.com/espana/catalunya/2020-11-27/solo-el-8-de-ninos-con-covid-transmitieron-la-infeccion-a-su-nucleo-familiar-segun-un-estudio-de-vall-dhebron.html)

Basándonos en la evidencia, no hay razones claras para poner mascarillas a los menores de 10 años… y sin embargo, hay TANTAS razones para quitarselas, tanto científicas como legales ( por eso lo ha hecho el Tribunal Constitucional de Austria) :  https://mpr21.info/el-tribunal-constitucional-de-austria-prohibe-las-mascarillas-en-las-escuelas/

De hecho, en Dinamarca no llevan mascarilla los menores de 12 años, y no hay más casos en las escuelas de los que hay en España. https://elpais.com/sociedad/2020-05-28/la-vuelta-a-las-aulas-no-sube-los-contagios-en-dinamarca.html

¿Cuándo dejaremos de tomar decisiones basadas en el miedo y empezaremos a tomar las basadas en el amor y el respeto por nuestras criaturas? ¿Cuándo va a ser la conciliación una verdadera prioridad para nuestros dirigentes?

Como madre, me siento responsable de la salud no sólo física, sino también emocional de mi hijo. Y no veo que los responsables politicos estén teniendo en cuenta ni una ni la otra. Siento que es necesario que los padres y madres empecemos a cuestionar ciertas decisiones y que empecemos a abogar por los derechos de nuestras criaturas, que no deberían «suspenderse» por la pandemia. 

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