Inspirada por el estupendo artículo de Criar con Sentido Común (web recomendable donde las haya, aquí tenéis el enlace al artículo que me ha inspirado: https://www.criarconsentidocomun.com/mi-hijo-me-pega/), me dispongo a contaros mi propia experiencia. Porque la teoría es preciosa… pero a veces cuesta ponerla en práctica.
Cuando nuestro hijo o nuestra hija nos pega, lo primero que deberíamos hacer es apartarnos y respirar. Porque la respuesta inmediata es pegar nosotros, defendernos. Es atávico, es la respuesta a la agresión, en general respondemos con agresión. Y lo hacemos así tanto con las agresiones físicas como con las verbales.
¿Habéis pegado a vuestro hijo o hija cuando os ha pegado? YO TAMBIÉN. No somos perfectos, la mano se nos escapa… Y si se nos escapa a nosotros, adultos y adultas supuestamente razonables… ¿cómo no le va a pasar a una criatura con el cerebro en plena formación?
Por supuesto, hay niveles y niveles de violencia. Es evidente que cuando las criaturas menores de 3-4 años pegan, es un signo de frustración y la respuesta debería ser tranquila y moderada. A veces nos hacen daño porque simplemente no controlan su fuerza, ni siquiera tenían INTENCIÓN de hacer daño. Otras veces están emocionados, de nuevo no controlan, aprietan con mucha fuerza, y a veces muerden (frecuente cuando se están durmiendo en el pecho, por ejemplo).
Cuando un niño o niña mayor de esta edad pega, en general lo hace con intención. Y ahí es cuando hay que tirar de la respiración, del contar hasta 10… Y si se nos ha escapado la mano antes de respirar, o de contar, explicar que ESO NO ESTÁ BIEN, aunque lo haya hecho mamá o papá. Que los conflictos se resuelven HABLANDO (mejor dicho, dialogando sin gritar y con respeto).
¿Cuesta? YA TE DIGO que cuesta. Y eso que el mío no es especialmente «pegón», y tiende a resolver los conflictos hablando más que pegando. Pero hay niños y niñas que muchas veces no tienen otros recursos… PORQUE NADIE SE LOS HA ENSEÑADO. He empezado el artículo con una frase intencionada: «Yo no le pego, pero…» Y ahora vamos a interiorizarla y revisarla. ¿Yo no le pego? ¿Nunca? ¿Ni siquiera le he respondido a una agresión con otra???
Y yo al menos a esas preguntas no puedo responder un NO rotundo, como me gustaría. A mí me han pegado poco de pequeña… pero me han pegado. Y yo a mi hijo le he pegado poquísimo… pero alguna vez también lo he hecho. Sólo en respuesta a agresiones y en cuanto me he dado cuenta de lo que estaba haciendo he rectificado… Pero lo he hecho.
Y quería compartirlo con vosotr@s porque creo que muchas veces hablamos y hablamos de la teoría, de lo que DEBERÍA ser, y muchas veces nos saltamos lo que ES, y cómo solucionarlo.
NUNCA se debería pegar a una criatura. Pero si lo hemos hecho, TENEMOS QUE DISCULPARNOS, tenemos que pedir perdón y buscar la manera de reencontrarnos, de solucionar el conflicto. Incluso de llorar junt@s cuando hace falta.
Cuanto mayores son los niños y niñas, cuantas más herramientas de diálogo tienen, menos «se les escapa» la mano. Aquí nos toca trabajar a las mamás y a los papás. Para que a nosotr@s también cada vez «se nos escape» menos, para que aprendamos a trabajar nuestras frustraciones y nuestra violencia. Cuanto más aprendamos nosotr@s, más aprenderán nuestras criaturas… Porque no nos olvidemos, una criatura aprende LO QUE VE, no lo que le contamos.
Y aquí os dejo unas cuantas técnicas de gestión de la ira que a mí al menos me han funcionado:
1.- Respiración diafragmática: Cuando noto que voy a estallar, respiro hondo, buscando llenar mi abdomen, y exhalo lentamente, contando 4. Repito ésto al menos 3-4 veces antes de enfrentar el problema.
2.- Tiempo fuera: Le explico a mi hijo que estoy demasiado enfadada y que necesito irme a mi habitación, y no salgo hasta que no me siento calmada.
3.- Reestructuración del pensamiento: Yo ya no suelo decir «soy un desastre», «ésto es imposible», «nunca vas a poder…» «siempre te va a pasar…». Porque me he dado cuenta de que cuando me lo digo a mí misma, es más fácil que se lo diga a los demás, y por supuesto también a mi hijo. Así que lo que hago es exponer hechos (en lugar de «soy un desastre», me digo: «me he olvidado las llaves»). Parece tonto, pero de verdad, probadlo, porque ¡¡FUNCIONA!!
4.- Asertividad: Si estamos enfadados, lo estamos, y hay que decirlo. Es curioso, a mí (como a muchas mujeres) me cuesta detectar mi propio enfado, en ésto mi hijo me ha ayudado muchísimo. «Mamá, ¿por qué estás enfadada» «No estoy enfadada, cariño»… Pero cuando me paro y lo pienso… sí que lo estoy. A mi marido le cuesta mucho menos que a mí, y creo que tiene que ver con la distinta educación que se nos da a hombres y mujeres (aunque haya también muchas mujeres asertivas, cada vez más, y haya también hombres pasivos y sumisos). Es fundamental detectar nuestras emociones y actuar en consecuencia. Si notamos que nos estamos enfadando, buscar la causa y buscar soluciones antes de que la ira nos invada es lo único que va a evitar el estallido (que a menudo se produce con quien menos lo merece y en el momento menos oportuno).
5.- Ejercicio físico: Cuando me noto tensa o enfadada, me pongo una canción y me pongo a bailar, o me subo y bajo las escaleras dos o tres veces… ¡Y también funciona! El ejercicio produce endorfinas y nos ayuda a soltar las tensiones. Bailar es especialmente bueno para ésto, recuerdo en el puerperio de Miguel lo muchísimo que bailé, sobre todo cuando mi marido empezó a trabajar y yo pasaba muchas horas sola en casa. A menudo notaba cómo me iba tensando (y el peque conmigo, claro), él se ponía a llorar, yo a veces también… Y era poner música y ponernos a bailar, y todo desaparecía.
¡Espero que mis trucos os sean útiles!