A lo largo de éstos días del «mes rosa» he ido acumulando enfado tras enfado.
Por la situación creada en Andalucía con el cribado del cáncer de mama.
Por el pinkwashing descarado de empresas que contribuyen a «la investigación» menos de la mitad de lo que contribuyen al cáncer, porque no retiran las sustancias cancerígenas de sus productos.
Por el miedo que se intenta inyectar en vena y las mentiras para conseguir que compremos seguros de salud que no necesitamos, que nos hagamos pruebas que realmente no son tan buenas como las pintan, o que renunciemos a mantener una sanidad pública que habría que defender siempre.
Así que me decido a hacer otro artículo políticamente incorrecto.
Empecemos por los cribados. ¿Son tan útiles como nos venden? ¿A qué edades deberían hacerse? ¿Se los deberían hacer todas las mujeres?
Aclarando conceptos:
Prevención: En salud pública, la prevención puede ser primaria o secundaria.
La prevención primaria es efectivamente lo que conocemos con prevención, sirve para evitar o retrasar la enfermedad. En el caso del cáncer de mama la prevención primaria consiste en no fumar, no beber alcohol, evitar cosméticos con disruptores endocrinos, evitar el tratamiento a largo plazo con hormonas femeninas, comer más vegetales y menos animales, evitar los ultraprocesados, y evitar el agua embotellada. Por supuesto el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza, y una exposición solar adecuada son fundamentales para mantener el sistema inmune en buen estado y así que pueda anular a las células cancerígenas cuando surjan. El control del estrés, la respiración consciente y la meditación también ayudan. Tener hijos e hijas a edades tempranas (antes de los 35 años) y amamantarlos durante más de un año son también factores protectores.
Por alguna razón de ésto no se habla en el mes rosa…
La prevención secundaria implica diagnóstico oportuno de las patologías para que el tratamiento sea más eficiente. Obsérvese que hablo de diagnóstico OPORTUNO, no precoz, porque a veces un diagnóstico demasiado temprano, puede provocar más problemas de los que soluciona, ahora lo explico. Las mamografías, que es de lo que se habla hasta la saciedad en el mes rosa, entran dentro de esa «prevención secundaria», es decir, se buscan alteraciones para tratarlas antes de que evolucionen de manera fatal.
Y vamos al meollo de la cuestión. ¿Realmente las mamografías sirven para lo que nos dicen que sirven? Veamos los datos:
La mamografía de cribado no permite ninguna seguridad en el diagnóstico del cáncer de mama ya que el diagnóstico viene después, si hay un resultado sospechoso de cáncer.
En las mamas aparentemente normales se dice que “no hay nada”, que no se han visto en la mamografía anormalidades sugerentes de cáncer de mama y que no hay que hacer nada: “tranquilidad hasta la próxima mamografía”.
Pero a veces es falso; son errores por falsos negativos.
Este error sucede en aproximadamente 2 de cada 1.000 mamografias.
Se les dice a las mujeres que no tienen nada y no se hace nada, pero al cabo aparece un cáncer que no se vio en la mamografía y que generalmente es agresivo y se diagnostica con retraso.
Si hay alguna anormalidad sospechosa en la mamografía se le comunica a la mujer para que acuda al estudio diagnóstico.
Al hacer 1.000 mamografías de cribado se suelen encontrar 60 sospechosas de cáncer,
de las que sólo 8 tendrán verdaderamente cáncer (verdaderos positivos) y 52 serán falsos positivos pues no tendrán cáncer. Para diagnosticarlo hay que seguir un largo proceso que comienza con la propia comunicación de los resultados anormales, más otras pruebas e incluso cirugía para la biopsia.
Al final, al cabo de diez años de hacer cada dos años cribado a 1.000 mujeres de 50 a 69 años (en total, 5.000 mamografías):
1/ hay 1 caso de muerte menos por cáncer de mama,
2/ no hay disminución del número total de muertes por cáncer,
3/ no hay disminución del número total de muertes por todas las causas,
4/ hay 10 mujeres tratadas como si tuvieran cáncer de mama maligno pero sin tenerlo (sobrediagnóstico),
5/ se produce estrés por falso positivo en más de 100 mujeres, y
6/ se incrementa el número de cirugías de mama, y de extirpación parcial o total de la misma.
Las muertes por cáncer de mama pasan de 5 a 4 entre las 1000 mujeres cribadas durante diez años. En sentido absoluto se disminuye la mortalidad por cáncer de mama un 0,1% (baja del 0,5% al 0,4%).
Se dice en el sentido relativo, que disminuye un 21% la mortalidad por cáncer de mama al cabo de diez años de cribados cada dos años (en mujeres de 50 a 69 años). Es como si en unas rebajas el precio de un objeto pasara de 0,5 a 0,4 euros y lo anunciaran como «¡Compre! ¡Barato! ¡Rebaja del 21%!».
En total, no hay diferencia de mortalidad por todo tipo de cáncer entre 1000 mujeres con o sin mamografías. En ambos grupos mueren 22 mujeres por cualquier tipo de cáncer.
La mamografía tampoco disminuye la mortalidad global de forma que por cada 1.000 mujeres cribadas hay 1 muerte menos por cáncer de mama, pero el mismo número de mujeres muertas por cualquier tipo de cáncer y por cualquier causa de muerte.
Otra cosa que no se suele contar son los perjuicios de las mamografías:
La mamografía es una radiografía de las mamas y como toda radiografía irradia y daña el material genético de las células y por ello es factor cancerígeno. Se ha calculado que 100.000 mamografías de cribado de cáncer de mama producen en torno a 90 cánceres de mama que en 10 casos acaban en muerte.
Ultimamente se habla a menudo de rebajar la edad a la que se hacen las mamografías porque se están encontrando cánceres de mama en mujeres más jóvenes… pero es que ésto tampoco sale gratis…
En mujeres de menos de 49 años las mamas son más densas y los cánceres más infrecuentes por lo que el cribado con mamografía da frecuentes errores.
Si hacemos mamografía de cribado desde los 40 años se incrementará un 60 % los resultados falsos positivos y habrá 2 casos adicionales de sobrediagnóstico por cada 1000 mujeres.
Además, en las mujeres de menos de 30 años la radiación de la propia mamografía incrementa en mucho el número de cánceres de mama (y su mortalidad), por la sensibilidad del tejido mamario a las radiaciones ionizantes de la radiología.
En mujeres de menos de 49 años la mamografía y las intervenciones consiguientes también aumentan (no disminuyen) la mortalidad por cáncer de mama, al menos a corto plazo.
No sé qué os parecerá… pero a mí me parece que a menos que haya antecedentes claros de cáncer de mama en la familia, o a menos que sea una mujer con muchos factores de riesgo (fumadora, con uso de anticonceptivos durante largo tiempo, sin haber amamantado a sus hijos o hijas durante más de seis meses, bebedora habitual de alcohol…). Quizá si los cribados se hicieran con más cabeza no andarían los radiólogos con atascos de meses en las radiografías que tienen que revisar.
Y… sí, con la autoexploración mamaria pasa algo similar: «Tocaos las tetas» fue el consejo en rueda de prensa, en el Congreso de España. de la diputada Aina Vidal (de En Comú Podem) a las mujeres en el Día Contra el Cáncer de Mama.
De hecho, la auto-exploración de mamas, el realizar periodicamente un auto-examen de mamas, casi multiplica por dos las cirugías por biopsias innecesarias (con sus daños psicológicos y físicos) sin disminuir la mortalidad por cáncer de mama. La auto-exploración de mamas “no salva vidas” sino lesiona las mamas por las inútiles intervenciones quirúrgicas consiguientes.
Y lo sabemos desde 2001, con datos y estudios que concluyen sin dejar lugar a dudas.
Todas las publicaciones confirman estos daños sin beneficios, como, por ejemplo, la Task Force en prevención de Canadá y aquí.
De hecho, en Estados Unidos la Task Force en prevención no pide a los médicos que enseñen la auto-exploración de mama a las mujeres. Y, sobre todo, las Revisiones Cochrane lo dejan claro respecto a biopsias innecesarias sin impacto en la mortalidad.
Y ahora viene la madre del cordero… cuando nos preguntamos POR QUÉ está aumentando el número de cánceres de mama en mujeres jóvenes. Ah, no, que eso nadie se lo pregunta… porque resulta que lo sabemos. Sabemos que estamos consumiendo microplásticos, incluso respirándolos, y que éstos microplásticos se comportan como disruptores endocrinos (imitan a nuestras hormonas y vuelven loco al cuerpo que cree que hay más hormonas de las que hay), sabemos que en la mayoría de los cosméticos hay productos que también son disruptores endocrinos… y algunos que ya se ha demostrado que producen cáncer… Y lo gordo es que se van retirando de a poquitos, porque total todo depende de la dosis… pero nadie estudia qué le pasa a una mujer que usa un limpiador de cara con disruptores endocrinos, una hidratante con disruptores endocrinos, un maquillaje con disruptores endocrinos y encima vive en una ciudad contaminada… Porque si éstas cosas producen cáncer, y lo sabemos, de un modo dosis-dependiente… la dosis que nos metemos entre pecho y espalda a poco que lo pensemos, da para provocarnos cáncer sí o sí… Si no conocéis a Nicolás Olea, ya estás tardando, sus libros os pueden enseñar cómo protegeros (en parte) de esos disruptores endocrinos que están por todas partes…
Pero de ésto tampoco se habla en el mes rosa… De hecho las empresas que ponen esos disruptores en sus cremas, limpiadores, y maquillajes son las primeras que se pintan de rosa y ponen el puñetero lacito…
Vale, ya no os doy más la turra… Sólo recordaros para terminar, que el famoso lacito rosa… realmente era melocotón:
Fue a finales del siglo pasado, en 1991 cuando en EEUU, Charlotte Haley, quiso llamar la atención sobre la inversión pública destinada a la prevención del cáncer. En ese momento el presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer era de 1.800 millones de dólares, y solo se dedicaba el 5% a los cribados.
La intención de Charlotte Haley era promover la prevención. Ella misma acababa de ser diagnosticada como otros miembros de su familia. Así que ésta mujer se puso a hacer lacitos en su cocina… de color melocotón, su favorito.
El lazo adoptó forma de pulsera y comenzó a repartirse entre los vecinos: asociaciones, supermercados, colegios, tiendas, etc… Junto a la pulsera se incluía un papelito en el que se podía leer: «Ayúdanos a despertar a los legisladores y a EEUU llevando este lazo» (podéis ver en la imagen de éste artículo dicho papelito)
Al año siguiente, la editora de ‘Self’, una revista de salud para las mujeres, Alexander Penny, quiso desarrollar la iniciativa.
Pero, a Haley no le pareció bien. Pensó que la iniciativa era demasiado comercial.
Al final, y por motivos legales, no pudieron usar el lazo de color melocotón y decidieron teñirlo de rosa.
Os dejo, como siempre, los artículos que he consultado y me han inspirado para crear ésta entrada.
https://www.cochranelibrary.com/cdsr/doi/10.1002/14651858.CD003373/full/es?contentLanguage=es
https://rafabravo.blog/tag/autoexploracion-mamaria/