Tres años después de que se empezara a hablar del coronavirus, de que viéramos las barbas de Italia cortar sin poner las nuestras a remojar, de que el mundo se cerrara a cal y canto, aunque no hubiera ninguna evidencia científica de que aquello pudiera funcionar, de que nos enmascararan a niños y adultos, aunque tampoco tuviéramos ninguna evidencia científica, ya no de que las mascarillas funcionaran, sino al menos de que no eran dañinas…. Quiero recordar que hubo algún país que se negó a encerrar a sus ciudadanos y a enmascararlos… Y resulta que no les fue tan mal… El artículo original lo podéis leer aquí: https://escuelaycovid.es/suecia-salvo-a-sus-ninos/
“An nescis, mi fili, quantilla prudentia mundus regatur.”
(“No sabes, hijo mío, con cuan poca sabiduría está gobernado el mundo”?)
Durante marzo del 2021, a un año del infierno pandémico, un amigo científico sueco me escribió: “El pasado año ha sido increiblemente intenso. Me siento afortunado de haber estado en Suecia y no en otro lado puesto que aquí las escuelas han estado abiertas y a los niños se les permitió hacer sus actividades y deportes. Sólo puedo imaginar cuan duro habría sido un lockdown para mis tres hijos y sólo puedo sentir pena por aquellos que tuvieron que vivir eso”.
Desde aquel intercambio, no dejo de observar y admirar lo que hicieron los suecos: salvar a los niños a pesar de que todo el resto del mundo hacía lo contrario. Mientras todo occidente copiaba la estrategia china de cerrar todo, los suecos optaron por dejar que los niños suecos siguieran con sus vidas. Escuelas abiertas, sin restricciones, sin hisopados, sin máscaras, sin distanciamientos. Nada agregado a lo cuidados de siempre. Y si el niño enfermaba ir a casa hasta mejorarse y volver.
Nos les fue gratuito. Como suele suceder con el que opta por un camino alternativo, los trataron como parias. Les dijeron de todo menos que estaban haciendo bien. Que matarían a los abuelos, a los maestros, a los niños. Que dicha estrategia sería generaría un caos, un genocidio. Y como la mayoría de los pronósticos covidianos, esto no sucedió. Suecia en 2022 puede con orgullo decir que lo hicieron mejor que casi toda Europa en la métrica que quiera medirse: desde la cantidad de fallecidos hasta el bienestar infantil. Los niños suecos no perdieron NADA de su vida normal y NADA de aprendizajes. Mientras tanto, UNESCO, UNICEF y el BANCO MUNDIAL siguen alertando que vivimos una CATÁSTROFE EDUCATIVA. De esto, los niños suecos ni se enteraron.
Lo de Suecia es una realidad incómoda. Y por supuesto ya no es la noticia que era cuando los apuntaban como parias y asesinos de abuelos. No es noticia que les haya ido bien porque es una noticia buena generada por la oveja negra pandémica. Ahora que va quedando bien claro que el cierre escolar prolongado, que los lockdowns y tantos otros disparates sin precedentes fueron una catástrofe evitable, mostrar lo de Suecia no es viral. Ni lo será nunca.
En un brillante artículo reciente de Unherd se relata lo difícil que fue para el Gobierno sueco hacer lo diferente. La presión era enorme y a nadie le gusta ser la oveja negra. A puro coraje, sentido común y defendiendo los principios de siempre de la sanidad pública, profesionales como Anders Tegnell y Johan Giesecke aguantaron las críticas y salvaron a toda una generación. En un tweet reciente la Ministra de Educación sueca, declaró lo díficil que fue la decisión y lo nada arrepentida de haberla tomado que está hoy.
Suecia es la cara rebelde que nos muestra a todos que la pandemia pudo ser muy distinta. Y que los niños suecos de hoy tendrán una linda historia para contarles a sus nietos. De cómo sus padres y abuelos los protegieron durante la peor crisis de sus vidas: con algo tan sencillo como fue dejarles vivir sus vidas.
Fuente: https://medium.com/@sgdambrauskas/suecia-salv%C3%B3-a-sus-ni%C3%B1os-ac4282bf9a73
Me parece importante recordarlo. Ahora que sabemos que el confinamiento no fue efectivo para frenar la transmisión (al menos en España, donde ya había transmisión comunitaria, como dijeron muchos expertos a los que se tachó de «agoreros» en su momento), ahora que sabemos que no hay ninguna evidencia de que las mascarillas sean eficaces para evitar la transmisión del virus (aunque haya gente que siga diciendo que sí, en contra de toda la evidencia recopilada en éstos últimos tres años por la revisión Cochrane de la que hablé en el artículo anterior)… Es importante saber que se puede disentir, que se puede crear un debate respetuoso, que se pueden hacer las cosas de otra manera… y que no se «cree» en la ciencia. La ciencia es cambiante, porque cada estudio puede corregir al anterior, y porque por desgracia los científicos somos personas, que a veces interpretamos los datos según nuestras creencias, y nos equivocamos. Recordemos que en la vorágine de encierros y mascarillas, un país optó por el sentido común, que por desgracia siempre ha sido el menos común de los sentidos… Y no les fue tan mal. Igual tenemos que aprender para la siguiente pandemia…