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Fisiología del amor: Que no os separen

Como he leído y escuchado muchas veces a Ibone Olza, nacemos para amar. Y para ser amados.

El amor es algo fundamental, algo que propicia nuestra supervivencia. La naturaleza ha previsto que las madres se enamoren de sus bebés desde el nacimiento y que sea este amor el que modele el crecimiento de la criatura.

La fisiología que propicia éste «enamoramiento», basada sobre todo en la hormona oxitocina, la compartimos TODOS los mamíferos, pero en los primates superiores y en los humanos, forma también parte de la cultura, de algo que se transmite de madres a hijas e hijos, y de una a otra generación.

En base a esta primera relación amorosa se irá desarrollando el cerebro y con él la personalidad del recién nacido. La Naturaleza ha diseñado una sincronía hormonal, emocional y corporal entre madres y criaturas, que propicia precisamente ese amor, ese vínculo.

Cuando el ambiente es respetuoso con las necesidades de ambos la crianza se convierte en una experiencia del más profundo y verdadero amor.

No hablo de que no sea duro, lo es, y mucho. Criar es algo agotador… Y también maravilloso, pleno y lleno de recompensas.

Ahora sabemos que es la química de ese amor la que permite a los bebés crecer confiando en la vida y disfrutando al máximo. Esa química amorosa que se traduce en salud (sí, SALUD, además a corto, medio y largo plazo) y placer. Porque criar es PLACENTERO. O al menos está preparado bioquímica y fisiológicamente para que lo sea.

Sin amor no crecemos, muchas criaturas mueren por esa falta de amor, lo sabemos desde el siglo pasado, cuando se estudió el hospitalismo. O a veces conseguimos crecer, pero crecemos maltrechos.

Cuando el vínculo falla, cuando por diversas razones los bebés no consiguen apegarse a sus madres y padres de una manera segura, placentera y adecuada, todo resulta mucho más difícil.

Sabemos que durante el parto y en los primeros momentos del puerperio, si no hay interrupciones, se produce una gran cantidad de oxitocina endógena: Aunque la oxitocina endógena es bien conocida por su papel en el trabajo de parto y la lactancia, tenemos mucha evidencia científica que documenta otros muchos efectos, que amortigua la reactividad al estrés, apoya el bienestar emocional y mental y promueve el comportamiento prosocial y de vinculación.

Cuando se obstaculiza la química y no se permite la construcción natural de los cimientos del apego el resultado es dolor, dificultad, sufrimiento, desconfianza y en el peor de los casos un apego inseguro, evitativo o ambivalente.

Y la falta de un apego seguro, se traduce en alteraciones cerebrales, crecimiento patológico, problemas de salud e incluso patologías mentales.

Es muy evidente que nacemos del amor, que nacemos para amar. Toda la fisiología, todas las hormonas implicadas en el embarazo, parto y puerperio no intervenidos, y acompañados con cuidados adecuados, nos lo dicen a gritos… Pero a menudo los médicos y médicas (y quizá otros profesionales sanitarios, pero siento que nos pasa más a médicos y médicas) estamos sordos a ese amor.

Dedicamos el tiempo de nuestra carrera al estudio de la química de la vida y del funcionamiento del cuerpo humano pero apenas aprendemos nada sobre la necesidad de amor para el crecimiento y la salud.

A mí no me explicaron la teoría del vínculo en la facultad de Medicina. Tampoco me contaron nada sobre las necesidades amorosas de los bebés. Sólo en formaciones posteriories, buscadas y elegidas, encontré estudios que demostraban lo importantes que son las caricias, el placer o la alegría para la salud mental.

Como madre, soy muy consciente de que nacemos predispuestos al amor… Y como científica he querido recurrir a la ciencia para encontrar la prueba que sostenga mi convencimiento.

Por un lado es increíble lo fácil que es encontrar en los estudios innumerables hallazgos que avalan ese sentimiento cálido que siento como madre… Pero se produce un hecho doloroso que se repite una y otra vez: cuanto más leo menos entiendo como es posible que ese enorme y significativo conocimiento científico no se haya traducido en un mayor respeto a la fisiología y a la vida… No se haya traducido en un mayor respeto a las embarazadas que están dando vida en nuestros hospitales, y a sus criaturas.

 

La teoría del vínculo, fue formulada por Bowlby hace más de SESENTA años…

Bowlby afirmó que la relación que establece el recién nacido con sus padres, y especialmente con su madre, es algo central para la supervivencia humana y añadió que dicha relación cálida, íntima y continuada tiene que estar caracterizada por la satisfacción y el goce mutuo.

Desde entonces infinidad de profesionales de la psicología, medicina, etología y neurobiología entre otras ciencias han estudiado la naturaleza esta relación.

Todos los hallazgos de dichos estudios coinciden en la misma conclusión: nada más nacer todos los bebés esperan ser amados, cuidados, y NECESITAN estar en el cuerpo de su madre.

En las primeras horas y semanas de vida se producen acontecimientos extraordinarios desde el punto de vista de la química cerebral que nunca más se repetirán.

El contacto piel con piel en esas primeras horas SALVA VIDAS, y está en nuestro ADN.

Cuando las madres piden que no se las separe de sus criaturas tras su nacimiento, no están «siendo caprichosas», como ha apuntado algún profesional que aún no se ha actualizado… Están haciendo caso a su instinto, algo les dice que en ese tiempo pasan cosas importantes… Y TIENEN RAZÓN.  

La neurobiología del apego ha demostrado como en condiciones idóneas las hormonas del amor (como la oxitocina) invaden el cerebro de la madre y de su(s) criatura(s) y dirigen la orquesta durante los primeros años de la vida.

A más hormonas de amor, más receptores en el cerebro del bebé, más conexiones neuronales, más crecimiento en las áreas de la empatía y la sociabilidad, más inteligencia y también mayor tendencia al cuidado y a la comprensión del otro.

Lo que la ciencia del apego nos enseña es fácil de resumir:

CUANDO CUIDAMOS A LAS MADRES, LES RESULTA MÁS FÁCIL VINCULARSE CON SUS CRIATURAS.

Y cuando ese vínculo es poderoso, cuando se crea un apego seguro, es sanador tanto para la madre, como para la criatura.

Cuidar a las madres significa respetarlas, escucharlas, sostenerlas.

Por desgracia ese respeto, que debería ser el punto de partida, brilla por su ausencia en demasiadas facetas de nuestra sociedad, incluida la ciencia.

A lo largo de décadas las madres y sus experiencias han sido desautorizadas, ninguneadas o incluso culpabilizadas desde la medicina, especialmente desde la psiquiatría, y también la psicología o el psicoanálisis.

En vez de ser tomadas en cuenta como verdaderas expertas y conocedoras de sus hijos han sido excluidas, privadas en ocasiones incluso del contacto con sus hijos o bebés, tachadas de inmaduras o inconscientes e incluso maltratadas.

A las madres se nos ha culpado de cualquier mal que tuvieran nuestras criaturas, sin considerar si nosotras estábamos cuidadas, si se respetaban nuestros derechos humanos, si se respetaban nuestros derechos laborales… Vivimos en una sociedad que ningunea la maternidad, que ningunea cualquier trabajo de cuidados, que desprecia la empatía y las redes de apoyo, con una psicología «Mr Wonderful» que si cabe nos hace sentirnos más culpables porque «todo está en nuestra mente» y sólo hace falta «pensar positivamente».

Y simplemente NO ES VERDAD. Necesitamos redes de apoyo, necesitamos cuidarnos y cuidar, necesitamos amar y sentirnos amados desde que nacemos. Y cuando afirmo ésto lo afirmo como un conocimiento científico, de la fisiología, pura y dura…

Por eso me duele, una y otra vez, que se ninguneen las peticiones de las madres, que se las separe de sus criaturas «por protocolo» e incluso «por seguridad»… La sentencia «esa madre es que es una histérica» se escucha una y otra vez en entornos sanitarios, especialmente cuando la madre pretende poner límites, acompañar a su criatura, exigir sus derechos.

Por eso, una y otra vez, como madre, como médica y como científica, me pondré SIEMPRE de parte de las madres y sus criaturas, de parte de una fisiología que una y otra vez, y cada vez que lo investigamos, nos redescubre algo tan lógico y tan fundamental como que las criaturas necesitan a su madre, y que las madres necesitamos a nuestras criaturas para estar sanas, física y mentalmente.

 

Para saber más:

 

https://saludmentalperinatal.es/2016/07/05/nacemos-para-amar-y-ser-amados-como-el-amor-protege-la-salud-mental-de-los-bebes/

 

Cómo afecta la oxitocina sintética intraparto al comportamiento materno, el vínculo madre-criatura y la lactancia – Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal

 

Las dos primeras horas de vida y su impacto en el vínculo madre-bebé – Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal

 

SSC is in our DNA

 

Nurturescience Versus Neuroscience

 

https://www.who.int/es/news/item/15-11-2022-who-advises-immediate-skin-to-skin-care-for-survival-of-small-and-preterm-babies#:~:text=Seg%C3%BAn%20estas%20directrices%2C%20inmediatamente%20despu%C3%A9s,parto%20al%20cuidado%20en%20incubadora.

 

https://books.google.com/books/about/El_tacto.html?id=zNoK0OtVp20C

 

 

2 comentarios en “Fisiología del amor: Que no os separen”

  1. Ole ole ole, me encanta, conmovedor, auténtico. Debería de haber más profesionales en la medicina con tu mirada y sentir, el mundo iría mejor. Gracias

    1. Somos más de lo que parece, Carolina de verdad… ¡¡En la bibliografía tienes a muchas compañeras y compañeros que me inspiran cada día!! ¡¡Un abrazo y gracias a tí!!

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