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Sobre los abusos sexuales en la infancia

Como persona que también padeció abusos en la infancia, quiero agradecer especialmente a la valiente mujer cuyo testimonio os copio, su entrega como madre y su valentía para gritar a los cuatro vientos que tenemos que proteger a nuestros hijos, que tenemos que hablar con ellos y que tenemos que sacar ese tema a la palestra. Os dejo con el excelente artículo de Laura, espero que os sea útil.

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El tabú de los abusos sexuales a menores by Laura Perales Bermejo is licensed under aCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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Es habitual que ante temas incómodos se tienda a reaccionar o bien ignorándolos o bien a la defensiva. Es el caso de los abusos sexuales a menores cuando se menciona el tema a los padres.

Se trata de un mecanismo de lo más normal. Es casi inevitable que al mencionar el tema a los padres se les pase por la cabeza aunque sea de modo fugaz que le podría pasar a sus hijos. Sienten pánico ante esta posibilidad, y aunque en la mayoría de los casos este proceso sea inconsciente, el modo de negárselo a si mismos es actuar ignorándolo o a la defensiva. El miedo no es identificado por nuestra mente como algo que protege, el ataque si lo es. Por lo tanto la rabia se convierte en una «emoción tapa» del miedo, no siendo raro ver como unos padres increpan a quien hace mención a los abusos.

Debemos aprender a identificar esos sentimientos, cual es la emoción verdadera que despierta este tema en nosotros.

Pero muchísimo más importante es que jamás bajemos la guardia, porque si, por horrible que parezca puede que a nuestros hijos les ocurra. No podemos ignorarlo o querer hacerlo, no podemos actuar con ira ante quien nos alerta. Porque eso no hace que la posibilidad desaparezca y nuestro deber es estar atentos.

El porcentaje de niños y niñas que sufren abusos sexuales es espeluznante. Altísimo. Es un problema real y habitual, no es tan difícil que nos toque de cerca. La inmensa mayoría de estos niños no lo cuentan, por diversas causas:

-No existe una relación de confianza con sus padres y por tanto no son una persona a quien recurrir. La crianza basada en el miedo, el castigo y el «porque lo digo yo», la ausencia de respeto por los niños como personas, nos lleva a este punto.

-No son conscientes de lo que ha ocurrido debido a su corta edad. Muchas veces ocurre con bebés, pero también ocurre con niños que no han recibido la información necesaria para saber distinguirlo y negarse o huir.

-El trauma es tan grave que lo borran de su memoria aunque los daños estén ahí. Muchos niños no recuerdan (o recuerdan vagamente) estos episodios hasta que son adultos. En el caso de las mujeres, en muchísimos casos el recuerdo se produce cuando se quedan embarazadas por primera vez, ya que conectan de un modo más profundo con su cuerpo y con su sistema límbico.

-Se sienten culpables y avergonzados (esto ocurre en casi todas las víctimas de abuso sexual, pese a no ser culpables de ninguna manera) y deciden ocultarlo. Esto está relacionado (así como el punto siguiente) con una crianza de estilo autoritario en la que se inculca al niño que debe obedecer siempre al adulto, que lo que el piense o sienta no cuenta, tal y como comentábamos en la entrada anterior. También está relacionado con  algo tan aparentemente inocente como obligar a los niños a dar besos o abrazos a parientes u otra gente. De este modo enseñamos al niño que debe acatar siempre lo que desee el adulto, aunque ello concierna a decisiones sobre su propio cuerpo.

-Tienen miedo a no ser creídos o a ser juzgados. Relacionado con el punto anterior.

Es PRIMORDIAL que dejemos de lado nuestros tabúes sobre el abuso sexual infantil y que hablemos con nuestros hijos. No es cuestión de vivir aterrados, es cuestión de vivir alerta y preparados. No es cuestión de que lo neguemos si nos horroriza, porque existe.

Es necesario prevenir, que hablemos con nuestros hijos sobre que su cuerpo es suyo, que nadie puede ni debe decirles lo que deben hacer con el (empezando por predicar con el ejemplo sin que haya besos o abrazos obligados en reuniones sociales, ni presión por parte de los adultos para que los haya, entendiendo como presión tanto el obligarlos en el sentido estricto como el obligarlos de un modo más sutil con comentarios del estilo «que poco cariñoso eres», «que malo, no me das un beso», «pobre abuela, dale un besito», etc). El abuso sexual va desde un tocamiento disimulado a algo más grave, aunque al niño cualquier tipo de abuso puede marcarle de por vida.

Dejemosles claro que un adulto no lleva la razón (a veces, que no siempre) por ser adulto sino por sus argumentos, con un estilo de crianza desde el respeto. Que ellos son personas que deciden, valiosas e independientes. De este modo no se sentirán obligados a ceder ante la voluntad de cualquier adulto.

Expliquemosles que no deben irse con ningún adulto, por muy conocido que sea (ya que el hecho de conocer al adulto no le exime de ser un abusador sexual), sin que los padres lo sepamos. Y que si se les acerca un desconocido estando solos deben apartarse de él aunque les diga algo o les ofrezca algo.

Esto en cuanto a la prevención. En el caso de llegar tarde, debemos estar atentos a los signos de que algo ha ocurrido. Cambios de comportamiento, ansiedad, tendencia a aislarse…

En este punto quiero entrar en algo más personal y hacer referencia a mi experiencia, ya que yo misma fui víctima de abusos sexuales cuando era una niña. Quiero que tanto mis estudios como mi experiencia como víctima puedan ayudar a muchos padres y madres a prevenir o identificar situaciones de abuso. Si con este escrito al menos un niño o niña consigue prevenir una situación como la que yo viví o al menos identificarla para pararla o sanarla, habré conseguido mi objetivo (por eso también pido encarecidamente la difusión de esta entrada, NO me importa que se desvele mi historia personal, es necesario que esto no se repita).

De niña iba todos los días a un bosquecito cercano a pasear con unos perros abandonados. Y fue allí donde conocí al «señor», del que nunca supe el nombre, que me acompañó en los paseos durante meses con el conocimiento de mis padres de que un desconocido venía conmigo. En aras de la educación mal entendida, de la hipocresía social, dejaron que fuese con él. Durante meses no ocurrió nada, hasta que pasó.

Desde ese momento hasta que de adulta me quedé embarazada de mi primer hijo, sólo recordaba como el «señor» había colocado unos cartones en el suelo en un sitio apartado, como los tenía ya preparados con anterioridad, totalmente premeditado (seguramente desde que se cruzó conmigo la primera vez, por eso no hay que confiar en nadie, ni un familiar, ni un amigo, ni un conocido, ni un desconocido…porque este señor paso en cierto modo a ser conocido y de fiar con el paso de los meses sin haber hecho nada). Como me daba besos encima de mi y me decía que eran «besos de cariño», robándome el significado de esa palabra, y que no lo contase.

Estaba en mi mente, pero todo estaba lleno de lagunas, de vacíos. Por eso ya de adulta, al ser consciente plenamente de lo que me había ocurrido (ya que aunque era un recuerdo más bien vago, no le di la importancia que merecía hasta que el velo cayó con mi embarazo y mi mayor consciencia, hasta ese momento estaba ahí…pero no estaba…), supuse que me había ocurrido algo mucho más traumático que unos simples besos, y de ahí las lagunas mentales.

A partir de ese momento se produjeron en mi cambios de comportamiento que mis padres no supieron identificar. No se lo conté a nadie, me sentía culpable y avergonzada. Me sentía sucia. Comencé a vestirme como un chico, y mi madre, lejos de identificar que algo raro pasaba porque antes de aquello yo era muy presumida, decidió que era una manía mía y se dedicó a bombardearme durante años ella misma y a través de mis amigas con que me pusiese vestidos, faldas o que vistiese como mi hermana. En el colegio se dieron cuenta de que algo pasaba y les dijeron a mis padres que yo estaba apática, pero aquello no trascendió más. Comencé a hacerme heridas rascando mi piel, pero mis padres, lejos de ver un síntoma, un signo de que algo iba mal, intentaron poner fin a esa conducta castigándome (muchas de estas cosas son las que me encaminaron a estudiar Psicología y a formarme continuamente en crianza con apego, para evitar en lo posible que más niños sufran infancias parecidas o peores).

En mi caso fueron cambios evidentes, pero esto no quiere decir que sea así en todos los casos. De hecho muchas veces son cambios sutiles.

Durante mi adolescencia esto me llevó a mantener relaciones sexuales de manera indiscriminada, sin valorar mi cuerpo, a llevar a cabo una conducta autodestructiva. Toda mi vida fue condicionada por este episodio, por ese simple momento que mis padres no supieron prevenir y más tarde no supieron ver. Unos minutos bastan para echar a perder una vida, una infancia.

Cuando me quedé embarazada esto se hizo consciente. Comencé el camino para la sanación, incluyendo más adelante terapia psicológica (que todo padre o madre debería hacer, preferentemente antes del embarazo para estar debidamente preparados…y no hablo de grandes traumas, hablo de no transmitir a nuestros hijos incluso los pequeños traumas vividos en nuestras vidas). Me decanté por el EMDR, terapia indicada para este tipo de traumas. Durante la terapia recordé, sentí, desbloquee. Y si, efectivamente me habían violado (anal y vaginalmente), no uno, sino varios. Presentaba bloqueos psicocorporales a tal nivel que por ejemplo nunca había podido ir al baño con regularidad (una vez a la semana con suerte). Tras recordar la violación anal mi coraza se fue desestratificando y flexibilizando, y ahora voy al baño a diario. El ejemplo de ir al baño puede parecer banal, pero ilustra muy bien como a nivel inconsciente estamos fuerte y físicamente condicionados por nuestras vivencias psicológicas. Mi parto fue sumamente traumático, y pese a que estaba informada y fue en un hospital con fama de respetuoso, se que en gran parte fue traumático debido a mi coraza rigidificada, a lo que me ocurrió.

Nuestro deber como padres es dejar a un lado nuestra incomodidad a la hora de pensar o abordar ciertos temas. En la actualidad tenemos que tener los ojos aun más abiertos debido a nuevas vías de contacto de los abusadores como internet, o a nuevas facilidades para encontrar solos a los niños como la obligación en muchos casos de trabajar para ambos padres y la falta de tiempo para estar con los niños.

Si ante la sospecha abordamos el tema directamente con nuestros hijos una vez producido el abuso, lo más probable es que lo nieguen (por miedo, vergüenza, etc). Es mejor ir desgranándolo siempre dejando que sea el niño el que hable, sin presionar con preguntas, afirmando lo que el niño siente.

Tenemos que llevar a cabo una crianza respetuosa para que nuestros hijos acudan a nosotros. Tenemos que estar alerta y advertir a los niños.

¿Miedo? POR SUPUESTO, el miedo es precisamente adaptativo, y lo normal es tener miedo de estas situaciones.

Porque nos hace estar atentos.

Ante la más mínima sospecha, actuad. Que no os pare la necesidad de quedar bien socialmente. Advertid y preparad a vuestros hijos, que no os frene la sensación de tocar un tema «sucio», porque el puritanismo trae de la mano la desinformación y el riesgo.

No permitáis que lo que me ocurrió a mi y a tantos niños se reproduzca con tanta facilidad. Que nuestros hijos estén preparados, que sientan que son dignos de respeto, que puedan decidir ante un adulto, que sepan distinguir el peligro. Con una crianza autoritaria estamos dándole armas a los abusadores. Desde una crianza con respeto les damos alas para escapar a nuestros hijos. El mundo está lleno de monstruos, demosles algo que no puedan destruir.

Laura Perales Bermejo. Psicóloga, madre y dueña de www.renacuajos.com

Os añado bibliografía recomendada por Laura:

-Los libros de este listado, en el que se incluyen cuentos, libros con actividades para hacer con los niños, libros para profesionales, etc (gracias, Teresa Escudero): http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros.html

Del listado destacamos:

http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros/203-educacion-sexual-para-ninos-y-ninas-de-0-a-6-anos.html

http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros/200-iaprende-a-cuidarte-prevencion-del-abuso-sexual-infantil-para-ninos-de-7-a-12-anos.html

http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros/195-el-coraje-de-sanar-guia-para-las-mujeres-supervivientes-de-abusos-sexuales-en-la-infancia.html

http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros/187-libros-iestela-grita-muy-fuerte.html

Este es más para profesionales: http://www.fundacionrana.org/web/es/recursos/libros/194-guia-para-la-evaluacion-del-abuso-infantil-2o-ed.html

Este cuento que podéis descargar:

http://www.asociacionalanda.org/pdf/Doc1%20ni%20un%20besito%20a%20la%20fuerza.pdf

Y más descargas:

http://www.jcyl.es/web/jcyl/binarios/840/1019/Material_curso_abuso_sexual.pdf?blobheader=application%2Fpdf%3Bcharset%3DUTF-8&blobheadername1=Cache-Control&blobheadername2=Expires&blobheadername3=Site&blobheadervalue1=no-store%2Cno-cache%2Cmust-revalidate&blobheadervalue2=0&blobheadervalue3=JCYL_ServiciosSociales&blobnocache=true
 

7 comentarios en “Sobre los abusos sexuales en la infancia”

  1. Pues según mi experiencia, cuanto antes mejor, pero a su nivel. Hay materiales muy buenos para hacerlo en plan cuento. Con 3-4 años se puede empezar por no forzar a dar besos, por ejemplo, y explicarles que pueden decir NO, y que su cuerpo es suyo. Te copio un enlace a la asociación rana contra los abusos sexuales, tienen un cuento chulo, Estela grita muy fuerte, que puede ayudar a tratar este tema con niños pequeños:http://www.fundacionrana.org/web/es.html
    Besitos!!

  2. Genial, ahora incluyo los libros. Yo conocí la asociación a través de un compañero médico que me enseñó el libro de Estela grita muy fuerte! Me alegra ayudar a difundir este tipo de iniciativas, porque cuanto más se visualice el problema, cuantas más herramientas se de a los niños para evitarlo, antes se acabaran los abusos. Un besote, tesoro!!

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